Reflexiones sobre un país enfrentado
El «Pensamiento Alicia»
Gustavo Bueno:
«Zapatero y el Pensamiento Alicia. Un presidente en el país de las maravillas»
(Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2006)
Con «Zapatero y el Pensamiento Alicia. Un presidente en el país de las maravillas», Gustavo Bueno entra de lleno en la cocina de los actuales gobernantes, tirándole sus cacharros, y en las discusiones de la taberna, encendiendo las voces de pasiones partidistas.
1. La polémica levantada y el contexto donde nace
Este libro sobre «el país de las maravillas» ya ha dado mucho que hablar, con voces que se sitúan en pro y en contra, como es natural. Un peligro simplificador amenaza: que sea utilizado fundamentalmente como atractor-repulsor mecánico de los esquemas ideológicos; en el libro hay mucho más que ideología, hay una argumentación muy estructurada y es preciso entrar en ella. «El que no está conmigo está contra mí», piensa el común siguiendo su regla más pragmática. Tratemos aquí brevemente de alcanzar algún aspecto de la trama argumental con que está diseñado.
Libro polémico entre los polémicos, que son ya una saga. En la última singladura recorrida por los temas que trata ya nos tiene acostumbrados a reflexiones que caen de lleno en la teoría política y que se adentran, ¡cuidado!, en el soterrado fragor ideológico del presente. Se trata, a todas luces, de una línea de pensamiento sostenida y no de una incursión aislada, desde «España frente a Europa» (1999), «Televisión: apariencia y verdad» (2000), «Telebasura y democracia» (2002), «El mito de la izquierda» (2003), «La vuelta a la caverna. Terrorismo, Guerra y Globalización» (mayo 2004), «Panfleto contra la democracia realmente existente» (enero, 2004), «El mito de la felicidad» (abril, 2005) y «España no es un mito» (noviembre, 2005) hasta éste con olor a imprenta sobre el «Pensamiento Alicia». Los temas de los que se ocupó anteriormente sobre la «Teoría del cierre categorial», «El animal divino», «El sentido de la vida», &c., van quedando, en estos momentos, para la discusión de la Academia.
¿Cuáles de sus obras perdurarán más dentro de 50 o de 100 años?..., porque la filosofía de Gustavo Bueno tiene asegurada su pervivencia: por su rigor conceptual, por el caudal de ideas que ha conseguido elaborar… y porque ha logrado constituirse como sistema (con una ontología, una teoría de la ciencia, una antropología, al lado de las teorías política, ético-moral, de la religión, de la cultura, de la historia…). Esta dimensión que ya le reconocemos ni le da la razón per se ni debe tornarse tampoco en una veneración estúpida: la filosofía tiene como objeto, entre otras cosas, aprender a vivir más noblemente, o sea sin claudicaciones. Ya están ahí para la veneración, las religiones, y para que la acción obediente se anteponga a la discusión, las ideologías.
2. Las entrañas del libro
Las entrañas de este libro no pueden descifrarse del todo bien, creo yo, si no se parte antes de las propias entrañas arrancadas al propio presente. Dos décadas atrás había todavía unas izquierdas y una derecha plantadas frente a frente, y creían saber lo que querían, herederas de los enfrentamientos decimonónicos entre los pocos que poseían el poder económico y que eran dueños «de la vida y la muerte» y, por otra parte, aquellos otros –mayoría- que pugnaban por un lugar propio –ya fuera bajo la consigna del «proletarios uníos» ya con la de cualquiera de los clamores por la justicia social-. El monopolio del poder económico sigue gobernando el mundo, las injusticias siguen, no las mismas pero otras… Los nuevos tiempos tienen su propia tarea, pero casi todo se ha reconfigurado. Ya no hay muro de Berlín, ya no somos la mayoría desheredados, y vivimos en una democracia formal, tenemos nuestra parcela propia en la sociedad del bienestar… ahora el problema a vida o muerte les cae a otros, a los emigrantes… Las confrontaciones y desajustes que tiene el mundo a escala internacional no pueden conducirse desde los criterios de la política interior, tampoco desde los enfoques abandonados por casi todos de la confrontación entre el socialismo marxista y el liberalismo capitalista… El panorama ha cambiado, pero los actores ideológicos de antes siguen con el mismo reparto, en escena. La derecha siempre ha defendido lo mismo, la misma pauta, lo tiene fácil. Las izquierdas han de reconstituirse más a cada paso. Lo tiene difícil. Y, por si fuera poco, en la política española, la izquierda, de la mano de esa inercia pretérita y de una identidad ideológica que se teje muy mecánicamente mediante la negación de las tesis de la derecha, se ha encaminado, bajo la pinza de los nacionalismos, hacia un desarrollo del Estado de las autonomías en clave desvertebradora, que hace reaccionar a esa otra izquierda que no está dispuesta a renunciar a la españolidad aquello de «no es eso, no es eso». Pero está el problema ideológico de la coincidencia con la derecha… ¡vade retro! Pues bien, a mi modo de ver, se entienden mejor los análisis de Gustavo Bueno, si se interpretan en clave de acusación a una izquierda que no quiere enterarse de que la estrategia ha de cambiarse sustancialmente desde hace ya dos décadas, por lo menos.
3. Los contenidos del libro
En este libro se mezclan la ideología, la política y la filosofía. Nada más natural pero a la vez una operación siempre peligrosa. ¿quién posee el arte depurado para delinear bien las fronteras entre lo ideológico y lo político?, ¿quién conoce las lindes entre la política como arte de gobierno pragmático y la filosofía política como principios racionalizadores que guían a la política?
Gustavo Bueno, porque se permite pensar sin dependencia de partido alguno y porque ha sabido transformar sus esquemas psicológicos al son de los nuevos acontecimientos mundiales, sin la tenaza del miedo al desprecio y a la crítica, sean sus análisis lo bueno o malos que pudieran ser –que para eso hay que entrar a argumentar, tarea algo más ardua que descalificar- ha hecho su propio diagnóstico sobre la situación de España.
No ha pretendido valorar, según confiesa, la política gubernamental, el buen o mal arte de gobierno en su conjunto, como empresa pragmática ministerial, aunque algunas de sus medidas concretas son denunciadas como errores que pueden traer graves consecuencias: la política autonómica, la transigencia ante los etarras, la indefinición del concepto de familia… De todos modos, lo que el libro entra a discutir nuclearmente es la improcedencia de la «filosofía política» que el presidente del gobierno, Rodríguez Zapatero, parece tener. Llama a esta filosofía política el «Pensamiento Alicia».
El pensamiento utópico no debe confundirse con el «Pensamiento Alicia», porque mientras el primero persigue un fin que se tiene por alejado y problemático con plena conciencia de las dificultades para alcanzarlo, el pensamiento que rige en el país de las maravillas es simplista, pretende poder resolver pánfilamente sus ideales a través de la buena voluntad y espera poder hacerlo poniéndose manos a la obra. Este simplismo de planteamiento, disculpable si fuera ocasional pero imperdonable por sistemático, tendría fundamentos propios: la visión armónica del mundo y de la realidad política. Hablando se entiende la gente, con el pluralismo y la alianza de civilizaciones se superan los enfrentamientos y partidismos y con el humanismo se ordena la convivencia del difícil mundo globalizado, he aquí el simplismo, porque ¿basta hablar y es válido siempre?, ¿es que los conflictos reales pueden superarse con una alianza entre todos… y cómo sería esa feliz idea? Consignas apropiadas para el nivel de párvulos, pero cortas para dirigirlas a meros adolescentes. Es de suponer que los ciudadanos votantes merecen algo más.
Por ello, contra estos felices supuestos Gustavo Bueno se revuelve con ideas de este tenor: «Las ideologías que intentan mantener a las poblaciones indígenas en la pureza de sus costumbres y lenguajes vernáculos las están condenando a mantenerse en situación perpetua de servidumbre por parte de las potencias envolventes» (pág. 151) O, tres páginas más atrás: «…para otorgar derechos humanos a los simios habría que comenzar por exigirles obligaciones muy concretas: por ejemplo, la obligación de trabajar, de cumplir una función social…». O, cuando al lado del reclamado principio universal de la solidaridad, propone Bueno el «principio de insolidaridad formal»: «Un principio de insolidaridad que proclame, como máxima general, el valor de la insolidaridad frente a todas las situaciones en las cuales la solidaridad envuelve hipocresía, maldad, conculcación de valores irrenunciables, ambigüedad o tolerancia cómplice ante lo intolerable. Nada de dibujar la conveniencia de ser solidarios en todo momento. También debemos ser insolidarios con los terroristas políticos, como pueda serlo una banda etarra o una banda de talibanes solidarios en el momento de su arremetida; insolidarios contra las asambleas de los practicantes solidarios en ritos supersticiosos o salvajes, como el vudú o la «orgialatría». Hay que ser insolidarios contra la solidaridad sectaria...» (pág. 206). O, hablando de la problemática territorial española: «…la idea de una solidaridad armónica resulta ser, casi siempre, por no decir siempre, ingenuamente interesada. Valga como ejemplo lo que ocurrió con las Comunidades autónomas en las que España quedó organizada a raíz de la Constitución de 1978. Se concibió en un principio la solidaridad entre estas regiones como una solidaridad armónica, sin embargo, el transcurso de los años reveló la naturaleza polémica de esta solidaridad política. Una polémica latente entre las Comunidades Autónomas, en la medida en la cual se interpretan las autonomías como meros Estados preparatorios de una independencia soberana». Es decir, lo que Gustavo Bueno defiende contra el «Pensamiento Alicia», contra la ideología armonista del «todos tienen un poco de razón», es la decisión de entrar en conflicto, no por espíritu conflictivo personal (como algunos podrían prejuzgar) sino porque el conflicto es objetivo.
4. La filosofía de G. Bueno como incitación a un pensamiento crítico
A pesar del argumento único del libro (el «Pensamiento Alicia»), no esperemos encontrar 350 páginas monotemáticas, porque contiene muchas aplicaciones y muchos análisis, algunos de exploración conceptual, que pueden ser de utilidad para tantos y tantos profesores de Filosofía, y también para sus alumnos, en especial algunas síntesis clarificadoras como pueden ser las páginas dedicadas a recordar los hitos de la evolución de las especies hacia el homo sapiens o la transformación del «hombre» en «persona» o las fases históricas que hay que distinguir desde la «nación biológica» hasta la «nación política» para no caer en el confusionismo diletante alimentado de gestos de brocha gorda, de pereza y, en algunos casos, de indecencia. Sean cuales fueren las virtudes o defectos que puedan encontrarse, el libro contiene once temáticas variadas aunque con intersecciones claras: una sobre los derechos de los simios, tres sobre España y su historia («Sobre Franco y el franquismo», «Sobre la memoria histórica», «Sobre España y la nación española») y siete más que recorren la nervadura de la filosofía del gobierno basada en las buenas intenciones, el diálogo, la solidaridad universal, el humanismo que ha de llevarnos, a través de la democracia, al pluralismo cultural, a la paz perpetua y a la Alianza de civilizaciones.
Aunque pudiera parecerlo, al haber adoptado yo una actitud convergente con las tesis del libro sobre «España, hacia el país de las maravillas» -así se me antoja que también puede llamarse-, no puedo afirmar que estoy de acuerdo con todas las ideas, con todos los argumentos, con todas las aplicaciones, tratándose como se trata de una materia tan sinuosa. Cuanto más lo leía más de acuerdo estaba, por la fuerza de los argumentos, pero algunos fragmentos iban quedando entre interrogantes.
Por ir a algo de escala, seguramente, menor y estética, no sé en qué medida son necesarios para la defensa de la tesis del libro recurrir a las descalificaciones directas y personales, y a algunos insultos: tahúr, sicofante, trilero -¿es preciso para que todo quede claro ya que se trata de una confrontación ideológica y sin ello alguien, quizá muchos, podrían no enterarse?- Si de lo que se tratara es de llamar la atención, quizás los insultos fueran recomendables, pero si lo que se quiere es denunciar que el pensamiento también puede ser delincuente y aportar, por esta vía, un enfoque para elevar de categoría la confrontación en la que estamos los españoles, lo mejor sería, creo yo, no motivar el ego etológico que está siempre presto a tomar el camino más corto, no siempre el mejor.
Creo, también, que algún lector a quien cueste ver el conjunto de las razones que recorre la filosofía de Gustavo Bueno, después de haber entendido que uno de los núcleos de este libro sobre el «Pensamiento Alicia» consiste fundamentalmente en pretender sustituir los mecanismos de funcionamiento políticos por los éticos, en un engaño eticista que considera que la «buena voluntad», como motor principal, llegará a superar todos los problemas, puede echar en falta, este lector deficientemente enterado, que se insista más en que no se confunda el «eticismo» con la «eticidad». Porque no es que los valores éticos en nombre del realismo político hayan de pasar a segundo plano (como algunos, sin más, pueden concluir), es que han de ser perennemente retomados después que continuamente son desbordados.
Finalmente, la crítica adversa está dirigida contra el PSOE, por sus divagaciones políticas y por los riesgos importantes que en el presente y en un futuro inmediato puede hacernos contraer, y podría parecer, al tratarse de análisis sobre ideologías, donde los fallos de uno pasan a ser aciertos del otro, que el PP fuera un modelo de buen hacer en general. Pero, a pesar de los aciertos que en ocasiones haya que reconocerle, se me antoja que tiene también su propio síndrome…
SSC
2 de noviembre de 2006
Publicado en: «El “pensamiento Alicia”. Reflexiones sobre un país enfrentado», La Nueva España, Suplemento Cultura nº 739, págs. I y II, Oviedo, jueves, 2 de noviembre de 2006.
[El Blog de la Fundación Gustavo Bueno lo recoge:
http://www.fgbueno.es/hem/2006r02b.htm