Alvargonzález, discípulo crítico de Gustavo Bueno

 

El filósofo de Gijón no parte de que el «materialismo filosófico» esté ya clausurado, sino de que todavía está vivo y en construcción.

 

La filosofía de Gustavo Bueno. Comentarios críticos

David Alvargonzález

Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo y UNE,

Oviedo, 2024, 292 páginas

 

El «materialismo filosófico» (MF) es un sistema de ideas creado por Gustavo Bueno, nacido el 1 de septiembre de 1924 en Santo Domingo de la Calzada y fallecido el 7 de agosto de 2016 en Niembro, Asturias, y por ello celebramos ahora el centenario de su nacimiento.

 

El MF apuesta por mantenerse en la línea más genuina de la historia de la filosofía, la que arranca de Platón y Aristóteles, crítica con todos los saberes (mitos, religión…), a la vez que perfectamente sintonizado con la metodología de las ciencias.

 

Esta larga tradición se habría bifurcado desde Grecia en dos alternativas: para unos sería posible admitir la existencia del «espíritu» como algo diferente y separable de la materia, para otros el espíritu solo sería interpretado como un fenómeno él mismo material. Es esta última la alternativa que se defiende, y por eso es «materialismo». Y es materialismo «filosófico» porque, primero, las ciencias solo abarcan parcelas de la realidad, a un nivel esencial e imprescindible, sí, pero necesitado de una reordenación sistemática en la que establecer el mejor mapa posible de los conocimientos, donde cada sistema filosófico sería una ruta determinada de navegación. Y, todavía más, es «filosófico» porque la estructuración (simploké) de ideas defendidas críticamente ha de estar atenta a no caer en dos abismos peligrosos: ni en el reduccionismo (como por ejemplo afirmar que todo sea materia física o que todo se explique, en el fondo, desde tal o cual ciencia: rechazado radicalmente por el MF), ni caer en la metafísica, que supone la construcción de ideas que escapan a nuestro control y pierden la condición crítica.

 

De todo esto, el lector del libro que hoy comentamos podrá ver el grado de profundidad, complejidad, precisión  y consistencia que ha llegado a alcanzar esta escuela filosófica, de la que David Alvargónzález es un representante fundamental, tanto por su grado de penetración en los entresijos más difíciles de sus doctrinas como por el trabajo directo en el taller filosófico codo con codo con su maestro durante 38 años, desde 1978 hasta 2016.

 

Tengamos ahora en cuenta que Gustavo Bueno siempre insistió en que no se trataba de una filosofía, digamos, «gustavobuenista»: suya, personal, sino de un taller de filosofía, donde una encomienda primordial era que el discípulo tratara de superar a su maestro. Es verdad que esto es una misión harto difícil, pero en todo caso obliga a una crítica de ideas abierta. Pues bien, David Alvargonzaléz es, creo yo, un discípulo que, sin servidumbres, ha sabido aplicar muy a fondo el criterio de una continua construcción (que implica reconstrucción) del MF. Y esto le ha llevado a lo que vemos patentemente en el presente libro: mejorar partes del sistema, rectificar algunos análisis del maestro y disponer vías de solución a asuntos sin resolver aún bien. Para ello ha necesitado no solo reelaborar algunas ideas sino contribuir con propuestas nuevas.

 

¿Pero no es verdad que las reconstrucciones pueden convertirse en cismas? Es evidente que entre doctrinas ideológicas o teológicas, los movimientos cismáticos debilitan, pues se trataría de mantener un poder. Pero en el territorio de la filosofía, la lógica no puede ser la misma: se trataría de la verdad.  Este es justamente el espíritu con el que investiga el filósofo de Gijón y abiertamente transmite esta idea: «aquí están mis tesis junto con los fundamentos del MF. Ahora se trata de si hay otras tesis mejores u otros fundamentos mejor timbrados: argumentemos».

 

Pero seamos serios: ¿alguien piensa que la investigación por la verdad se ve libre de la redes de poder? Obligados a ser cautos, cabe esperar que una polémica no exenta de ideología y de teología se abrirá paso junto a la genuina discusión filosófica. Esperemos que gane la razón filosófica frente al amenazante «texto sagrado» o contra los intereses parciales.

 

Los temas que ha examinado nuestro filósofo recorren desde la eutanasia o el aborto —temas bioéticos en los que Alvargonzález destaca internacionalmente como un especialista— hasta problemas de ontología (determinados por las ciencias, según defiende), o cuestiones como la idea de tiempo, la diferencia «ser»/«hacer», pasando por la teoría del arte o por precisiones sobre el origen de la religión o sobre el alcance de la «analogía» como forma de conocimiento.

 

¿Entre tantas ideas podría destacarse alguna? Difícil, pero me atrevo a apuntar que, entre muchos análisis finos y preciosos, la idea de «sistema» nace con un rigor especialmente bien forjado. Esta idea (desarrollada además en un libro aparte) le sirve para aclarar bien las características internas tanto de las ciencias y las técnicas  como de la filosofía, y para diferenciar mejor entre los agregados, los conjuntos y las estructuras, que son constructos teóricos de menor rango que los sistemas.

 

 

En definitiva, en el centenario del nacimiento de su creador, el árbol del MF apunta una pujante nueva rama: el alvargonzalismo. Un claro indicio de que Gustavo Bueno no filosofó en vano.

 

Silverio Sánchez Corredera

 

«Alvargonzález, discípulo crítico de Gustavo Bueno», Suplemento Cultura de La Nueva España, nº 1484, jueves 19 de septiembre de 2024, pág. 2.

https://www.lne.es/cultura/2024/09/19/alvargonzalez-discipulo-critico-gustavo-bueno-108288039.html