Treinta años de la Sociedad Asturiana de Filosofía
Publicado ampliado en Eikasía, nº 23, marzo 2009, véase: http://www.revistadefilosofia.com/23-02.pdf
La conferencia de Gustavo Bueno sobre «Filosofía mundana, filosofía académica», a las 19 horas del lunes 10 de diciembre de 2007, en el Salón de Actos del Campus del Milán, supone un excelente broche a la serie de actividades que la Sociedad Asturiana de Filosofía viene celebrando con ocasión de la conmemoración de su trigésimo aniversario (1976-2006).
La historia de la SAF está delimitada tanto por el contexto de la Constitución de 1978 como por el desarrollo y construcción del materialismo filosófico. Ésta es, sin duda, la filosofía española más importante de la actualidad y una de las más potentes del panorama internacional (algunos creemos que la más potente con diferencia, pero en las valoraciones sobre el presente parece que hay que dejar transcurrir alguna década prudencial para los juicios rotundos y las pruebas duraderas).
La SAF no se confunde, obviamente, con el materialismo filosófico creado por Gustavo Bueno; aunque sean conjuntos en intersección no son idénticos; sin embargo, la historia de la SAF ha quedado marcada evidentemente por la historia del materialismo filosófico. Esta circunstancia esencial es una ventaja histórica que podemos disfrutar en primera fila los asturianos al seguir de cerca la trabazón de este sistema, ya por disponer de un magisterio presencial ya por tener un lugar privilegiado donde afilar las armas de la reflexión crítica.
Hoy tenemos que decir que, pese a que no se trata de literatura fácil sino de un sistema arduo no apto para las «mayorías», el materialismo filosófico ha trascendido las fronteras asturianas donde nació, que se extiende por la geografía entera española con pujanza y que ha comenzado a implantarse en Iberoamérica. Algunas obras han sido traducidas al alemán. En la Red existen diversas referencias o páginas en inglés que dan a conocer a la comunidad internacional la existencia de esta corriente. La revista digital «El Catoblepas» (no sólo ella) atestigua una caterva de colaboradores en crecimiento constante, donde, además, apuntan ya distintas formaciones o tendencias que son expresión de su frondosidad y madurez, además de responder a la «natural maraña humana».
Es deseable que el crecimiento demográfico de esta corriente filosófica guarde la debida imbricación con la potencia de sus ideas fundamentales, porque quizá tenga aquí la filosofía en español la conformación de una plataforma desde la cual «empezar a existir» otra vez en el panorama de la filosofía internacional.
Desde nuestro siglo de oro la filosofía española, y también la hispanohablante, no ha tenido una presencia notable en el panorama mundial, no tanto por la falta de individualidades o de aportaciones que siguieron a la magnífica neoescolástica española, cuanto porque acaece una ruptura en el intercambio filosófico que aún no se ha podido superar. Hace falta, claro, no creerse la leyenda negra y reinterpretarla con profundidad, hasta la inversión de sus términos. Hace falta también no caer en la extraña autocomplacencia excéntrica de Unamuno: «que inventen ellos», que vale aquí por «que piensen ellos».
En este momento, tras siglos de ostracismo internacional, empiezan a darse las condiciones para que la filosofía que habla en español sea oída con el eco adecuado. En el panorama estético (y hasta científico) la voz en lengua española tiene ya un lugar de resonancia, pero es preciso que haya también filosofía de calado histórico. Pero para ello se vuelve necesaria una masa crítica filosófica y social que vaya más allá de la mera moda y de la polvareda pasajera. Hace falta que crezcan raíces. Hace falta que haya un «pueblo filósofo».
Ésta es la encrucijada en la que, según mi parecer, nos encontramos ahora, porque no basta con saber que Gustavo Bueno pasará a ser un clásico, porque anuncie con claridad meridiana la enorme contribución crítico-racional que hace, indiscutiblemente, a escala de nuevos conceptos y de sistematización de ideas. No basta con que el valor filosófico esté ya dado, hay que desarrollarlo, hay que someterlo a contraste y hay que hacerlo valer en el «sistema monetario internacional». Y ésta es tarea de una escuela, desde luego, pero también es misión del país y del área cultural que posee una riqueza así establecer los drenajes que permitan que aquello que vale, circule. Para quien crea que aquí nada tiene que ver el territorio y la lengua que se pregunte por qué se habla de filosofía francesa, alemana, etcétera. La filosofía como la literatura y el arte pasa por las naciones; la ciencia también, pero se neutralizan sus particularismos al confluir sus hallazgos en el «olimpo» de las identidades sintéticas (también llamadas «verdades científicas»). Así que si la ciencia se cuida de sí misma a escala internacional, no así sucede con la filosofía; pero mientras que tenemos una larga tradición e importancia literaria y artística en el mundo, no acontece igual con la filosofía: quizá, porque en el origen de la oclusión al universo hispano lo que había en cuestión eran dos modelos distintos de mundo, dos universos de ideas en liza.
Cuando leemos un clásico nos las habemos con la filosofía académica, pero anda lejos ya aquella filosofía mundana en la que anduvo embebida. Por eso, sólo hay filosofía si habla del presente: al asomarse a la unión entre lo académico y lo mundano. Si se tiene la posibilidad de asistir en directo a este engranaje, puede uno durante un momento salirse de la prosa de la vida. Es seguro que G. Bueno arrancará de coordenadas ya conocidas («el sistema académico obliga»), pero será muy difícil que no diga algo inédito, será muy difícil que no nos obligue a repensar de nuevo nuestras «evidencias» (donde la realidad mundana filosofa).
SSC
6 de diciembre de 2007
Publicado en: «Treinta años de la Sociedad Asturiana de Filosofía». La Nueva España, Suplemento Cultura nº 783, pág. 8, Oviedo, jueves, 6 de diciembre de 2007.