Narcisos políticos
La psiquiatra francesa, Marie-France Hirigoyen, investiga sobre una conducta patológica que se extiende de forma amenazadora entre quienes intervienen en la vida pública
Los Narcisos han tomado el poder
Marie-France Hirigoyen
Paidós Editorial, Barcelona, enero 2020, 224 páginas
Marie-France Hirigoyen (1949), médico psicoterapeuta, tras el éxito mediático obtenido con El acoso moral (Le harcèlement moral, 1998) y tras los títulos similares posteriores, vuelve ahora con este último libro, Los Narcisos han tomado el poder (Les Narcisse, 2019), una reflexión que continúa su trabajo anterior, pero para abrir un nuevo registro: la trascendencia de algunas patologías psíquicas sobre la política.
El análisis avanza inmerso en su experiencia clínica, en un momento en que es preciso clarificar mejor lo que significa “narcisismo patológico”, fenómeno sobre el que los especialistas y la OMS aún no han adoptado una tipología estable. Con el ánimo de fijar esta tipología, Hirigoyen indaga también en el narcisismo que se manifiesta como patología social y ya no solo individual. En este contexto, denuncia el diseño de algoritmos dispuestos por GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft) para la compulsión de los juegos en línea y otras formas de enrocarse el ego narcisizado, con sus dispositivos potenciadores de la ciberadicción consumista, que además tiene bien claro que este proceso es mejor iniciarlo en la más tierna infancia.
Entre categorizar científicamente el “narcisismo” y mostrar la huella social que deja, la psicoanalista gala busca paradigmas y los encuentra en las conductas de Donald Trump, Vladimir Putin, Kim Jon-un, Bolzonaro y el resto de la serie, que sirven para tejer el argumento a la vez que fija los casos que ejemplifican las distintas tipologías. El presidente de los Estados Unidos es claramente el actor principal en esta especie de psicodrama clínico hecho de teleñecos real-fantasmales.
Además de en la política, en los mercados y en los medios de masas, los Narcisos son hoy un espécimen altamente valorado. En muchos casos son sujetos que ascienden por la propulsión del aplauso de muchos. ¿Cómo es posible que comportamientos socialmente dañinos puedan ser apoyados por amplias capas populares? Nuestra psicoterapeuta nos da dos respuestas complementarias, una paradójica y la otra estremecedora. Empecemos por esta última: la sociedad ella misma en grandes dosis se está volviendo narcisista y le gusta verse liderada por quienes airean sin tapujos sus ideas. A esto lleva las obsesiones insolidarias hiperindividualistas, cuando compartir no es el objetivo, sino que me vean, me aplaudan y se infle sin descanso mi ego en las redes. A este perfil psicológico privado pasa a adherirse la búsqueda de identidad grupal en las particiones excluyentes de “blancos” o “americanos” o “autóctonos” o “mejores” y se dejan aflorar, de esta manera, los tic más primarios: el resurgir de los racistas, xenófobos o nacionalistas obsesivos. En este contexto, fenómenos sociales e históricamente trascendentes se despliegan con toda lógica: es el America first, el Brexit o el apoyo a los nuevos dictadores populistas vestidos con traje de demócratas. Este diagnóstico social, que sería estremecedor si acabara resultando mayoritario, se completa con la otra vertiente del asunto, paradójica: lo que determinadas masas populares quieren manifestar con su lineamiento ideológico no son en sí mismos esos contravalores apuntados, sino que están afirmando “Ya estoy harto del político habitual”, “Ya me he cansado hasta el vómito del sistema de poder imperante” y dice nuestra psiquiatra: “Es la forma de rechazar la globalización, el neoliberalismo y a las élites políticas y financieras”. Curiosa paradoja y ¿extravagante discurrir de acontecimientos o más bien lógico?
Desde el punto de vista conceptual, Hirigoyen propone que, en primer lugar, se diferencie el narcisismo sano del patológico. Reconoce una función sana tanto en la etapa narcisista de los primeros años como en la dosis necesaria de autoestima del ego adulto. Pero sobreviene también la ruptura del equilibrio, cuando Narciso no puede retirar la mirada de su imagen reflejada en el agua y acaba ahogándose y convirtiéndose en una flor-narciso, testimonio de su propia insuficiencia, la “imposibilidad-de-amar”, que es en realidad la definición más simple. Cuando los seres “queridos” son meros instrumentos al servicio del ególatra y el resto de los mortales una masa despreciable o indiferente que solo interesa para que aplaudan, entonces los especialistas, como nuestra psicoanalista francesa, intentan dar nombre a las distintas variedades patológicas de la conducta de solo-amarse-a-sí-mismo. Ayudada de los test habituales, como el DSM, y de su investigación, Hirigoyen llega a diferenciar tres tipos socialmente peligrosos: el “Narcisismo megalómano” (Trump) o quien arrasa con descaro y crueldad para ganar siempre cueste lo que cueste, sin importarle ni su país ni las consecuencias sociales, solo su Propia causa. El “Perverso narcisista” (Putin) o quien oculta sus fines y disimula sus manejos tendentes también a ganar siempre Él: es una copia peligrosa, disfrazada, del megalómano. Y el “Narcisista vulnerable” o quien en una situación de inferioridad actúa a la defensiva y vengativamente para conseguir imponerse, a contrapelo o, al menos, hundir al oponente.
Como denuncia y aldabonazo sobre un mal real, un libro interesante; como diagnóstico y terapia a seguir en toda su complejidad, apenas araña la superficie. Ya que, cuando un impostor ha ocupado el escenario, ¿en qué están entretenidos los “actores” genuinos? ¿Acaso resolviendo el enigma de si es bueno o no todo lo que genera más riqueza?
Silverio Sánchez Corredera
En LNE:
https://www.lne.es/suscriptor/cultura/2020/02/27/narcisos-politicos/2604432.html