El hombre, un animal social insociable

 

Arthur Koestler destaca en el pensamiento del siglo XX por su capacidad sintética para articular ciencia y filosofía.

 

 

 

En busca de lo absoluto

Arthur Koestler

Página indómita ediciones, Barcelona, 2018, 585 páginas.

 

La escritura de Arthur Koestler (1905-1983), rotunda por sus tesis y a la vez bien timbrada por su rigor crítico, se propone un pensamiento complejo y ambicioso pero decididamente pegado a los inmediatos asuntos prácticos. Quiere posicionarse sobre la pena de muerte o sobre el valor del yoga…, al igual que sobre el valor de la verdad y el de la belleza, y aspira a sustentar el conjunto de su pensamiento en una teoría sobre el ser humano y su puesto en el mundo.

La mitad de su existencia dedicada a la política y la segunda mitad a la ciencia y a la filosofía, pero en todo tiempo escritor: periodista, articulista polémico, novelista de éxito (El cero y el infinito), filósofo.

Personaje de acción, se involucra en la utopía sionista y en la comunista de principios de siglo para quedar defraudado pronto, cuando lúcido y en tiempo real descubre sus inconsistencias. Heterodoxo de todas aquellas teorías que aunque hermosas navegan alejadas de los hechos, se mantuvo fiel a los fines innegociables: la libertad, la justicia social, el espíritu crítico y el humanismo racionalista y emancipador.

Autor que se mueve con gran soltura entre el ensayo y la ficción y que abarca temáticas muy diversas, acierta a compendiar su  propia obra antes de morir bajo el título Bricks to Babel (1980), que en la versión española se divide en dos partes fundamentales: En busca de la utopía (2016) y En busca de lo absoluto (2018), la primera una selección comentada de sus escritos políticos y literarios  y la segunda una síntesis de sus escritos filosóficos, que es la que ahora aquí reseñamos.

La lectura de En busca de lo absoluto podría proponerse como texto recomendado para quien, desde la cultura media —toda esa amplia gama que rehúye lo casquivano pero que no alcanza el conocimiento especializado—, quisiera comprender algunos de los temas principales que se debatieron en el siglo XX y que aún siguen vigentes. ¿La verdad y la belleza operan con lógicas distintas?, ¿la historia del arte y la de la ciencia mantienen alguna afinidad?, ¿la racionalidad y las pasiones dividen irremisiblemente al ser humano?, ¿la mente es una función individual o también grupal?, ¿hay esperanza, tras un pasado asesino y unas raíces tan claramente patológicas, en un futuro humanizado?, ¿puede la pena de muerte ser una decisión justa?, ¿debemos ayudar a quien demanda la eutanasia?, ¿puede aportar algo esencial la cultura oriental a la occidental?, ¿después de la física cuántica cabe mantener el materialismo clásico?...

Los temas debatidos se hacen tras un estudio serio de las teorías antropológicas, psicológicas, cosmológicas, físicas, históricas… implicadas. Koestler no es un especialista en ninguno de estos campos pero se documenta hasta el punto de filosofar con pertinencia. De ahí resulta una especie de sincretismo de las ideas esenciales punteras en liza, lo que ya supone el mérito de una síntesis  bien proporcionada, pero no solo eso, porque  el autor va construyendo una teoría propia de tintes trágicos —como la historia humana misma— pero que busca un resquicio de esperanza.  Al igual que el koala ha sufrido una especialización exagerada con su dieta monocorde, el ser humano podría ser fruto de un error evolutivo —a causa de un complejo cerebro que no consigue alcanzar el equilibrio requerido entre sus emociones básicas y sus aspiraciones ideales—, pero es preciso buscar una salida, ya que acaso exista. Para ello se hace necesario articular bien sus dos tendencias básicas, la de autoafirmación y la de integración. La primera lleva a la autonomía individual pero también a su pérdida, y es entonces cuando se generan las emociones agresivo-defensivas (ira, temor…), la segunda lleva a la trascendencia del individuo en el grupo (etnia, tribu, nación…), necesaria en este animal social que somos pero que puede quedar mal articulada, desencadenando entonces emociones de autotrascendencia negativas como el fanatismo. Desde la religión y la política hasta el arte, pasando por la construcción de teorías científicas y filosóficas, el ser humano tiene el reto de sobrevivir evolutivamente si acierta a resolver cómo articular bien su autonomía individual con la integración en la vida social, teniendo en cuenta que “Una de las ironías de la condición humana es que su feroz destructividad se deriva del potencial de integración de la especie y no de su potencial de autoafirmación” (página 247), pues los diversos holocaustos de la historia de la humanidad derivan de esfuerzos errados de integración.

Resulta, de esta manera, una filosofía cuasinihilista, pero un “nihilismo positivo”, porque, a pesar de la dificultad de articular la autoafirmación con la integración, se vislumbra una vía de salida endeble aunque esperanzadora.

No se trata de una filosofía hecha para agradar sino para ser radical con la condición humana en que nos hallamos evolutivamente. El libro abunda en análisis desmitificadores y, entre ellos, sobre Gandhi, quien más allá de su perfil de “santo” trasluce una estructura mental de ideas rígidas y fijas y en buena medida estériles. La India habría alcanzado su independencia antes sin la intervención de Gandhi, concluye Koestler. Dejamos esta y otras tesis para que sea el lector quien las pondere.

 

En LNE, 28 de junio de 2018:

«El hombre, un animal social insociable», Cultura. Suplemento de La Nueva España, nº 1227, jueves, 28 de junio de 2018, pág. 1.

https://www.lne.es/suscriptor/cultura/2018/06/28/hombre-animal-social-insociable/2309740.html