Pérez Herranz, la Historia no es un cuento
El creador del «morfologismo filosófico» arroja una potente enmienda a los últimos siglos europeos.
Fernando M. Pérez Herranz
Más allá de imperios y de naciones.
Volumen 1. Rutas, fronteras y complejidad.
Volumen 2. Singularidad imperial: del Mediterráneo al Atlántico.
Eikasia Ediciones, Oviedo, 2023, 472 y 454 páginas
En Fernando Miguel Pérez Herranz encontramos una de las ramas de los discípulos de Gustavo Bueno, pero una rama desgajada del árbol y ahora con florecimiento propio. El filósofo abulense impugna, de modo patente, la filosofía de la historia y la teoría política del «materialismo filosófico», incluyendo sus tesis sobre el lugar de España en el mundo, muy distante de España frente a Europa (1999).
El profesor de la Universidad de Alicante, antes de Más allá de imperios y de naciones, ya había allanado el terreno sobre su nueva visión histórica en Lindos y tornadizos, (2016) y ya había construido una ontología donde anclarse, en Ambiguus Proteus (2019). Su nueva obra histórica, que recuerda a los esfuerzos llevados a cabo por Oswald Spengler (1880-1936) —en La Decadencia de Occidente—, está compuesta por cuatro volúmenes, los dos primeros que ahora reseñamos, los otros a punto de aparecer.
Pérez Herranz se enfrenta a la visión lineal en la que inconscientemente operamos, según el modelo marcado por san Agustín y que llegaría secularizado a Hegel. En el alemán se encomendaba a una «cultura nacional» el caudillaje de la historia y en el obispo de Hipona quedaba confíada a la «ciudad de Dios». En la actualidad hablamos de Civilización.
En lugar de ese vector unificador y determinista, Herranz reconoce líneas históricas que marcan una impronta duradera, como fueron el imperio romano y luego el Sacro Imperio, y, tras el descubrimiento de América, el imperio hispánico (hispano-luso), relevado sucesivamente por los imperios neerlandés, francés y británico…
Ahora bien, esos modelos no se sustentan en virtud de ninguna esencia nacionalista sino por las relaciones sociales que se llevan a cabo, a través de rutas determinadas y de fronteras que se van delimitando. El homo viator establece rutas como la de los polinesios en las islas del Pacífico, la de los fenicios o la «ruta americana». Y las fronteras, como contrapunto de las rutas, resultado de los repartos territoriales que el poder político en pugna consigue solidificar. Las fronteras implican el tenso enfrentamiento entre naciones, a las que hay que añadir polarizaciones lingüísticas que son también fronteras, que separan la Iglesia oriental griega de la Iglesia occidental latina, o fronteras religiosas entre el cristianismo y el islam, o que distinguen entre puros e impuros: entre cristianos viejos y tornadizos…
Los imperios y las naciones son protagonistas esenciales pero no los encontramos hechos o puros sino haciéndose. Y transformándose de imperios en naciones y viceversa. Herranz defiende que, junto con el entramado de rutas y fronteras establecidas, son determinantes ciertas singularidades históricas, como la salida de los hebreos de Egipto guiados por Moisés, el saqueo de Roma por Alarico I (410), la toma de Constantinopla por los turcos (1453), el descubrimiento de América (1492) o la Revolución Francesa (1789)… Es preciso detectar qué acontecimientos tuvieron potencial para abrir una bifurcación, en un contexto político dado, para integrar o segregar instituciones, creencias y valores, y de este modo, favorecer o perjudicar determinadas líneas de forja de imperios o para constituir naciones singulares. Las posibilidades abiertas contienen una enorme complejidad. Las Rutas, las Fronteras, las Singularidades y la Complejidad son las cuatro hipercategorías históricas que le sirven para desvelar los desarrollos históricos efectivos.
Con este instrumental conceptual, se propone analizar el papel que Europa ha jugado en el mundo y, dentro de ella, el singular papel de España. Si Bueno entendía a España frente a Europa, el autor de Más allá de imperios y de naciones muestra que España se construyó siempre desde Europa, y esta, en gran medida, desde aquella.
El estudio se detiene en recorrer las principales vías históricas que llevaron a Europa a conseguir el Cierre Antropológico de la Tierra. Aunque no haya una historia única, sí se ha producido ese fenómeno envolvente global, pero sería erróneo interpretarlo como la consecuencia del progreso o como el éxito de la civilización. Muy al contrario, nuestro filósofo muestra que las consecuencias de las premisas desplegadas en los últimos siglos —desde la primera Cruzada en 1096 hasta 1945—, al compás de la forja de los imperios europeos y de sus naciones, han llevado a una catástrofe de enormes dimensiones, de las que aún no hemos salido. La primera guerra mundial, liderada por Francia, Inglaterra y Alemania y después la segunda y el genocidio que acompañó, abanderado por Alemania, no se gestó hace unas décadas sino siglos.
Todos los países se afanan por lustrar sus glorias nacionales, mediante leyendas negras arrojadas sobre otros, pero lo que hay que reconocer es que Europa en su conjunto talló una verdadera historia negra. El cúmulo de casos que analiza es espeluznante y representa un chorro de luz sobre el problema.
Y en este contexto es preciso entender la historia de España sin tópicos imperiofóbicos y sin simplificaciones imperiofílicas, y alejarse lo más posible de visiones ideologizadas, porque la leyenda negra —que sin duda fue un arma para el enemigo— sirve también como alimento populista o como añoranza nacional-católica, o sea, para la historia como mito.
Silverio Sánchez Corredera
«Pérez Herranz, La Historia no es un cuento», Suplemento Cultura de La Nueva España, número 1476, jueves 16 de mayo de 2024, pág. 6.
[Reseña sobre: Más allá de imperios y de naciones. I. Rutas, fronteras y complejidad. II. Singularidad imperial: del Mediterráneo al Atlántico, Eikasia, Oviedo, abril 2024, 279 páginas]
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