Martha Nussbaum: Un fiel compromiso con la sociedad
Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales
El día de la entrega de los Premios Príncipe de Asturias 2012 doy por cierto que una mujer delgada y de blanca y sonrosada tez, aunque no frágil, joven aún en sus sesenta y cinco años, curtida en una intensa experiencia multicultural, de rostro apacible pero de mirada llena de innumerables matices críticos, rodeada de agasajos y loores, de flashes urgentes y fantasiosas curiosidades, caminará por Oviedo a la vera de la niña que fue en aquel Nueva York de mediados de siglo.
No evitará recordar su rechazo a la desazonante educación infantil, a la medida de la élite blanca y protestante de los Estados Unidos: en su primer intercambio adolescente estudiantil descubrirá que la pobreza existe y que es triste y acogota. Recordará haber sido la primera mujer de la Universidad de Harvard en recibir el premio de investigación que la convertiría en profesora, en un sistema educativo patriarcal donde no podía acceder a algunas estancias reservadas a los varones.
Recordará a su joven padre, el abogado George Craven: «lucha, sobre todo en la aflicción», y las tiernas e intensas imágenes de infancia con su madre, Betty Warren, que murió poco antes de que su intelectual hija pudiera llegar desde Irlanda a tiempo, dejando a medias la conferencia que iba a pronunciar. Partiendo de este incidente reconstruirá más tarde sus análisis sobre la «aflicción».
Recordará sus estudios en Nueva York (teatro y lenguas clásicas) y en Harvard (filosofía), y después sus clases como profesora en las universidades de Harvard, Brown y Chicago. Pero antes de esto, al tiempo que se casa, rememorará aquella conversión al judaísmo de aquella joven protestante de veinte años. La religiosidad en adelante será un modo de vida valorado por los lazos culturales que congrega, lazos inclusivos, y, como filósofa, la religión se fundará en lo que tiene de moral universal.
Y el ambiente y el escenario de este premio español le recordará indefectiblemente decenas de otros honores recibidos (el premio a la mejor colección de ensayos, el premio a la educación…) y decenas de títulos de tantas diversas universidades e instituciones internacionales.
Y nosotros podremos preguntarnos cómo combina esas dos vertiente suyas tan distintas: la filósofa que acabó siendo frisando la treintena con aquel ego lúdico, la artista que empezó a ser en el teatro y en el canto en su radiante juventud veinteañera, y que nunca en realidad abandonó. Su primer marido, Alan Nussbaum, o su hija, Rachel Nussbaum, o su segunda pareja, Cass R. Sunstein, catedrático de Jurisprudencia en la Universidad de Chicago, o su amigo Amartya Sen, Nobel de Economía, saben que tras la gran filósofa hay una mujer que ha vivido largas temporadas en países y culturas distantes: Finlandia, India…, con gustos estéticos muy bien construidos (desde el bel canto y la tragedia clásica a la literatura contemporánea), que puede también relajarse con el footing o disfrutar de un partido de béisbol ante el televisor.
Un lector cualquiera de la obra de Martha Craven Nussbaum (nacida en Nueva York en 1947) puede llegar a descubrir estos y otros detalles personales y biográficos porque ella misma, nada celosa de ocultar su persona, se da a conocer afablemente mientras redacta su «India» (2007), un libro de denuncia sobre el fanatismo, la violencia religiosa y su relación con la política, pero también un escrito donde Oriente y Occidente se encuentran muy bien conjugados y libres de tópicos superficiales. El penetrante análisis y la sagaz mirada que demuestra en esta obra —con algo de periodismo de investigación, antropología de campo e historiografía cultural— los vemos rebrotar en prácticamente cada uno de sus ensayos.
Así, en «El cultivo de la humanidad» (1997) comprobamos su involucración apasionada en la reforma de la educación estadounidense, desde un esfuerzo teórico y experimental, de trabajo en equipo, para dar alas, más allá de la mera formación técnica de la vida laboral, a las necesidades reflexivas de ciudadanos llamados a ser demócratas y que han de ser educados con el máximo despliegue posible de la razón y de las capacidades imaginativas. A esta misma temática vuelve en una obra más divulgativa y sintética en 2010: «Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades».
Pero esta actitud beligerante y comprometida prosigue por doquier: en «El ocultamiento de lo humano» (2004) comprobamos cómo su trama de ideas se halla estrechamente implicada en la superación de deficiencias del sistema penal y jurisprudencial norteamericano (no solamente), aportando propuestas concretas de reformas (sobre el lugar del «asco» en la homofobia, por ejemplo), basadas en estudios documentados y profundos que nada tienen que ver con opiniones ocurrentes o con arrebatos viscerales.
En «Las fronteras de la justicia» (2006) eleva sus análisis a un sistema de propuestas valientes dirigidas a las Naciones Unidas, a los estados de la Tierra y al futuro, con el fin de potenciar los derechos humanos bajo una ambiciosa reformulación: un decálogo de capacidades humanas básicas que deberían preservarse no solo intencionalmente sino por los gobiernos, por los poderes y por la actividad de todos, referidas al cuerpo (vida, salud, integridad), a la mente (sentidos, pensamiento, imaginación, emociones y razón práctica), a las relaciones sociales (participación, reciprocidad y control sobre el propio entorno) y a las relaciones con los animales y la naturaleza.
En este contexto de estudio de los derechos, los temas bioéticos no le son ajenos, como vemos en «Clones y clones» (1998), libro en el que se rodea de un amplio equipo de investigadores (Dawkins, Gould, Sunstein…), para abrir tramas argumentales críticas que puedan encauzar racionalmente en un futuro inmediato qué hacer con nuestro nuevo poder biotecnológico: la posibilidad de clonarnos; y ello, con toda su seriedad, pero sin olvidarse de hacer un guiño simpático a las quimeras que este tema convoca. Precisamente, la aportación de Martha Nussbaum se incluye en una quinta sección, «ficción y fantasía», a través de la cual podemos hacernos una idea sobre sus dotes novelísticas.
Lo que nos da pie para hablar de su estilo como intelectual y escritora. Es evidente que su prosa es ágil, distinta, bien narrada y adornada de múltiples citas, ejemplos, casos y anécdotas aclaradoras. Su estilo argumentativo, analítico, crítico y evaluativo no resuena desde la voz en off distante y aséptica sino desde el cálido razonamiento hecho en primera persona. Su construcción es arquitectónica y trabada, no puntillista ni errabunda.
Nuestro Premio Príncipe de Asturias 2012 en Ciencias Sociales tiene un potente perfil social. También filosófico. Porque ha construido una compleja obra, hecha de rigor filológico e histórico, donde sus tesis son originales y a la vez enraizadas en una tradición de treinta siglos, y fluyen construidas bajo inspiraciones polícromas (teatro, ensayo, música, novela, historia de la filosofía…), y cruzan problemas actuales y urgentes que ella sabe tratar con una renovada sensibilidad nada vana (derechos de la mujer y de las minorías, multiculturalismo, educación crítica, justicia social, libertades efectivas…), y componen un trabajo multidisciplinar que estructura su filosofía desde estudios psicológicos, psicoanalíticos, sociológicos, culturales, históricos, políticos, de derecho, artísticos, sin olvidar la fina observación de los fenómenos de nuestra actual civilización.
Nuestra doctora en filosofía, catedrática de Derecho y Ética en la Universidad de Chicago, con estudios en lenguas clásicas, ha construido una importante obra como helenista y experta en el pensamiento de los clásicos, y de modo muy destacado es una referencia mundial obligada en el pensamiento de Aristóteles y de los estoicos. Un ejemplo delicioso de su perfil helenístico lo encontramos en «La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega» (1986); en este libro erudito y denso profundiza en los primeros pliegues de la «ética» que nuestra civilización va a heredar, al calor de Esquilo, Sófocles, Platón y Aristóteles.
En todas sus demás obras viene a refluir de un modo u otro este saber clásico, donde su «ánimo» hunde las raíces. Raro será que transcurran las páginas de cualquiera de sus escritos sin encontrarnos valoraciones tomadas de Sócrates, Séneca, Epicteto, Cicerón, Marco Aurelio, Lucrecio… o su inestimable Aristóteles. Sin embargo, nos equivocaríamos si pensáramos que su perfil académico ha quedado específicamente consagrado a la Antigüedad clásica. Porque su filosofía política y moral se desarrolla en fuerte consonancia con el pensamiento de Adam Smith, Hume, Rousseau, Kant, Stuart Mill, Rawls y Amartya Sen. Con todo, no dejan de ser autores favoritos suyos Spinoza, Nietzsche o Proust, junto a la admiración hacia Tagore, Gandhi y Nehru. Y, en un contexto más cercano, puede apreciarse que su filosofía se forja en una intensa polémica con otros representantes del pensamiento norteamericano actual, como John Finnis (pensamiento católico) o Judith Butler (feminismo).
Sin embargo, a pesar de todo lo apuntado, todavía no hemos dicho nada del núcleo del pensamiento que con un talante argumental abierto y antidogmático ha ido construyendo Martha Nussbaum, en el campo de la ética, el derecho y la política. En la línea de lo que ella misma reconoce como tradición neoestoica (en realidad nos atreveríamos a afirmar que también neoaristotélica, neohumanista y neoilustrada), hay muchos temas de gran interés abiertos por ella, pero quiero mencionar, especialmente por su finura y su insistencia, esto: nuestra filósofa está rediseñando el escurridizo concepto de «liberalismo» (liberalismo político y filosófico) a la luz de lo ya apuntado por Mill y Rawls, pero corrigiendo, potenciando y dando un nuevo relieve a la sociedad «liberal-y-democrática».
Pero si hay una característica propiamente nussbaumiana es esa constante profundización en los lazos que unen y relacionan a la razón con las emociones. Su aportación en este terreno es imprescindible, y quien quiera que lea «Paisajes del pensamiento. La inteligencia de las emociones» (2001), a mi entender su obra maestra —en la que se ayuda de Proust, Mahler, Whitman, Joyce, Brontë, Dante, Agustín de Hipona… además de su bagaje clásico ya conocido, pero también de las recientes indagaciones psicológicas, y muy especialmente guiada de la sensibilidad del pedagogo psicoanalista D. Winnicott, sin olvidar a Freud—, la visión que se adquiere a la luz de estos estudios, sobre la influencia de las emociones en el pensamiento, se ilumina con nuevas formas y desconocidos colores. El fino mapa mental de los resortes que nos permiten pensar (ordenar y razonar; repugnar o compadecer…) es un tema abierto al futuro. Sea como fuere, la aportación de Nussbaum es en esto ineludible.
[Artículo sobre Martha Nussbaum, su perfil personal, su pensamiento y su obra, con motivo del Especial Premios Príncipe de Asturias 2012, en la sección Premio de Ciencias Sociales: «Martha Nussbaum: Un fiel compromiso con la sociedad». La Nueva España, Premios Príncipe de Asturias 2012, págs. 20-21, Oviedo, viernes, 26 de octubre de 2012. Se citan los libros siguientes: Paisajes del pensamiento. La inteligencia de las emociones, Editorial Paidós, Barcelona, 2008, 798 páginas. La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega, Editorial Antonio Machado Libros, Madrid, 2003, 561 páginas. El ocultamiento de lo humano. Repugnancia, vergüenza y ley, Katz Editores, Madrid, 2006, 424 páginas. Las fronteras de la justicia. Consideraciones sobre la exclusión, Editorial Paidós, Barcelona, 2007, 447 páginas. El cultivo de la humanidad. Una defensa clásica de la reforma en la educación liberal, Editorial Paidós, Barcelona, 2005, 338 páginas. India. Democracia y violencia religiosa, Editorial Paidós, Barcelona, 2009, 447 páginas. Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades, Katz Editores, Madrid, 2010, 199 páginas. Clones y clones. Hechos y fantasías sobre la clonación humana, Martha C. Nussbaum y Cass R. Sunstein (eds.), Ediciones Cátedra, Madrid, 2000, 328 páginas.]
SSC
26 de octubre de 2012
Publicado en: «Martha Nussbaum: Un fiel compromiso con la sociedad». La Nueva España, Premios Príncipe de Asturias 2012, págs. 20-21, Oviedo, viernes, 26 de octubre de 2012.