Benjamin Constant frente a Kant
La revolución francesa, obligada a una nueva unión entre la moral y la política, forzó la aparición de dos tipos de moralidad: “modernos” frente a “antiguos”.
¿Hay derecho a mentir?
Immanuel Kant y Benjamin Constant
Tecnos, 222 páginas, 14 euros
El libro “¿Hay derecho a mentir?” recoge la polémica entre un treintañero principiante en la filosofía política y un filósofo septagenario totalmente consagrado: entre Benjamin Constant (1767-1830) e Immanuel Kant (1724-1804). Sucedió en 1797, tres años después del Terror.
El filósofo de Königsberg seguía a diario los acontecimientos de la revolución francesa y los interpretaba como un progreso político para la humanidad, pero con “el terror” de 1794 quedaban enturbiados los principios morales sobre los que se sostenía aquel cambio de modelo político. El autor de la “Metafísica de las costumbres” había previsto que tanto la moralidad personal como la del Estado ha de defender, sin excepciones, que “la veracidad es un deber que debe ser considerado la base de todos los deberes que se fundan sobre un contrato”, pues, de lo contrario, la ley se tornaría inútil.
Por su parte, Constant, tuvo claro desde muy joven que quería fraguarse una carrera política y que era preciso hacerlo a favor de los nuevos aires revolucionarios. La ética kantiana era un traje demasiado ajustado para tiempos tan relativos y convulsos, por ello busca la forma de flexibilizar aquel imperativo que no consentía ninguna excepción al cumplimiento del deber moral. El principio de la moralidad existe absolutamente, sí, pero había que concebirlo como una multiplicidad de principios: una cadena de principios que tuvieran la capacidad de adecuarse a los hechos concretos y circunstancias. En este contexto publica un folleto titulado “Decir la verdad no es un principio general al que tengan derecho todos los hombres”, pues aunque “decir la verdad es un deber, solo lo es en relación a quien tiene el derecho a la verdad”. No puedes confesar, a alguien que pretende asesinar a tu amigo, que lo tienes oculto en tu casa, pues decir aquí la verdad equivaldría a colaborar en el asesinato. Y, en este contexto, se opone a la teoría de ese “filósofo alemán” que defiende lo contrario, ya que “decir la verdad de manera incondicional y tomado aisladamente, tornaría imposible cualquier sociedad”. Si Kant no hubiera respondido, la crítica no hubiera trascendido tanto, pero se apresuró a publicar un corto escrito titulado “Acerca de un pretendido derecho a mentir por filantropía”. Y aquí el filósofo alemán vuelve a repetir que defender que la mentira pudiera ser un principio moral es tanto como renunciar, aunque sea ocasionalmente, a la propia dignidad moral, pues la dignidad humana está construida toda de una pieza y, entonces, quedaría rota.
Esta idea de que cada sujeto representa a la humanidad entera en cada acción personal moral, y que cualquier transgresión va en contra de lo que tenemos de humanidad, es decir, el hecho de pensar a todo sujeto de deber moral como constituido de una sola pieza (“homo noumenon”) es la clave del asunto, me parece a mí, sobre la que Constant quiere introducir una modificación. La libertad de los “modernos”, en este nuevo liberalismo naciente, no se concebirá en función de cumplir con ese imperativo a priori siempre idéntico, como quería Kant, para quien solo es libre el que obra por un deber universal.
La complejidad del problema que se debate está magníficamente comentada en un extenso estudio preliminar a cargo de Gabriel Albiac. El autor de “La sinagoga vacía” ya nos tiene acostumbrados a escritos donde se entreveran con gran plasticidad las ideas y la personalidad de un personaje, y a analizar en sus finos y concretos detalles la complejidad del contexto histórico de que se trate. Lo hemos visto con Spinoza, Maquiavelo, Guicciardini, Montaigne, La Boétie, Pascal… y ahora con Kant y Constant.
En medio, los textos de la polémica aludida y, al final, otro estudio de Eloy García, catedrático de Derecho constitucional, que se encarga de poner en contexto jurídico actual el problema de la veracidad, la publicidad y la transparencia, en la dialéctica de los derechos y deberes y en un nuevo contexto político postmoderno en el que el simulacro (y el engaño hiperreal) forma parte constitutiva de lo que Ingolfur Blühdorn llamó “Democracia simulativa”.
Un ensayo mixto que puede leerse, casi, como si se tratara de una entretenida obra de teatro (con sus personajes) o de una intensa película histórica. Y, entretanto, cada cual podrá juzgar en qué medida tenía razón Kant y en qué otra medida las reservas de Constant eran oportunas. Y quizá, sin saberlo, se encontrará filosofando.
Silverio Sánchez Corredera
«Benjamin Constant frente a Kant », Cultura, Suplemento de La Nueva España, nº 1370, jueves 16 de diciembre, 2021, página 7.
[Sobre ¿Hay derecho a mentir? La polémica Immanuel Kant-Benjamin Constant sobre la existencia de un deber incondicionado de decir la verdad, de Immanuel Kant y Benjamin Constant, Estudio preliminar de Gabriel Albiac y Edición y estudio de contextualización de Eloy García, nueva edición, Tecnos, 252 páginas]
En La Nueva España
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