Alberto Hidalgo, un filósofo estructural

 

En la arquitectura que organiza el espacio entre el Materialismo Filosófico y la Sociedad Asturiana de Filosofía, él sobresale.

 

 

El zócalo de la realidad. El materialismo analógico de Gustavo Bueno

Alberto Hidalgo

Ediciones Eikasia, volumen I, Oviedo, 2024, 412 páginas

 

Además de ser un prestigioso profesor de la Universidad de Oviedo, especializado en Sociología del conocimiento y buen conocedor de la práctica totalidad de las disciplinas filosóficas, poco ha jubilado, Alberto Hidalgo es fundador (en 1976) de la Sociedad Asturiana de Filosofía, la primera de carácter regional en España, junto con Pedro Caravia, Teófilo R. Neira, Vidal Peña, Manuel F. de la Cera, Juan Cueto Alas, Luis Javier Álvarez y Amelia Valcárcel. Este grupo promotor contaba con el apoyo de quien más tarde será Presidente de honor, Gustavo Bueno, la figura señera filosófica que por entonces estaba revitalizando la filosofía: la académica y la mundana.  Primero Secretario y años más tarde Presidente ejecutivo durante dos décadas, Hidalgo deja paso en el siglo XXI a otros más jóvenes, Jorge Nanclares, Román García, Javier Gil, y ahora Soledad García Ferrer, pero continúa como vocal hasta el presente, el único sin interrupción en medio siglo.

 

Al lado de esta faceta, que va desde la coordinación de congresos internacionales hasta la activación de jornadas, de cursos de formación, olimpiadas, etc., pasando por su docencia universitaria y por la implementación de nuevos materiales para todas las asignaturas del currículo de filosofía, redactados en equipo, sin olvidar el paradigmático Symploké de 1987, de Bueno-Hidalgo-Iglesias, además de esto, decimos, destaca como uno de los que mejor conoce los detalles más arduos de las teorías que mantiene el Materialismo Filosófico (MF).

 

Conocedor y también parte activa de la Escuela de Oviedo creada por Bueno, articulista profundo, divulgador incansable, agudo cronista de la evolución de la escuela y comentarista crítico de las distintas ampliaciones que ha ido desplegando el MF, atento a sus logros sobre todo, pero también a lo que a veces apuntaba ser algún posible descarrío.

 

Sus mejores análisis y planteamientos como filósofo los encontramos en sus libros, por ejemplo en ¿Qué es esa cosa llamada ética? (1994), pero de modo muy especial en el conjunto de artículos publicados en las revistas especializadas.

 

El libro que hoy comentamos, El zócalo de la realidad, primer volumen de dos ya redactados, es una selección de lo escrito sobre la filosofía de Gustavo Bueno a lo largo del último medio siglo, que, lejos de estar enmohecida por el tiempo, nos lleva de expedición por un actualísimo paraje intelectual que muy pocos pueden llegar a representar en su conjunto: el nacimiento, las etapas, los puntos doctrinales críticos, las ampliaciones y repliegues del MF. El conjunto disperso —solo en apariencia— queda muy bien cohesionado con los artículos de última factura, inéditos, en una totalidad uniforme, pues el hilo conductor de todas las páginas permanece el mismo: el de historiar la evolución doctrinal de Gustavo Bueno. Un trabajo que se despliega desde la cercanía personal al creador del MF y desde el conocimiento profundo no solo de lo publicado, sino de lo discutido en el interior de la investigación de taller y, en definitiva, del atento seguimiento de una deriva de ideas que hizo propia, de modo muy incondicional —sin dejar de ser crítico— en las primeras décadas y después con algunas reservas y frente a algunas tesis, fundamentalmente aquellas que resultaron del reenfoque sobre la función social de la filosofía ligada al compromiso político, que el maestro redirige en su última andadura.

 

En el libro podemos recorrer algunos de los momentos estelares del MF, en medio de escenarios biográficos y anecdóticos, pero no nos engañemos, no es una novela, es un balance sopesado del complejo despliegue de décadas de un sistema filosófico construido con un rigor formal de tal calibre que obliga a una lectura estudiosa más que a un patinaje cultural. El lector más sesudo agradecerá la gran erudición que acostumbra a desplegar AH.

 

Desde el punto de vista de una lectura en perspectiva de futuro, este año del centenario del nacimiento de Gustavo Bueno —nuestro gran filósofo del siglo XX, junto a Ortega—, cabe destacar que se hace abundante mención del pulso filosófico que viene manteniendo el maestro (ya fallecido) con quien es su discípulo más destacado, Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina, este ahora con un sistema propio, que sin negar una buena parte de lo esencial del MF ha tratado de desbordarlo y de solucionar sus puntos flojos. Alberto Hidalgo conoce muy bien a los dos, así que sus análisis son útiles para situarse en esa problemática de apostar en un sentido o en otro. Y para los más versados, es una ocasión de profundizar en los avatares de la imparable necesidad de reflexionar sobre el presente, presente que hay que medir en años, pero también en décadas e incluso en siglos.

 

Alberto Hidalgo es un filósofo estructural porque su escritura, de estilo dialéctico constructivo pero dotada de un notable pensamiento divergente, tiene la cualidad de llenar espacios muy variados y en muchos niveles —compenetrados entre sí—, en cuanto su obra progresa no solo pegado a las tesis concretas enfocadas, sino casi siempre además recorriendo la arquitectura de ideas en construcción que se fragua en la escuela, el taller o el activismo social en el que está involucrado.

Es una suerte que se editen libros como este.

 

Silverio Sánchez Corredera

 

 

 En Cultura, Suplemento de La Nueva España, nº 1488, jueves 17 de octubre de 2024, p. 2.

https://www.lne.es/cultura/2024/10/17/alberto-hidalgo-filosofo-estructural-109457012.html

 

[Reseña de El zócalo de la realidad. El materialismo analógico de Gustavo Bueno, de Alberto Hidalgo, Ediciones Eikasia, volumen I, Oviedo, 2024, 412 páginas]