Jovellanos
Biografía colectiva escolar del
IES Emilio Alarcos de Gijón
Autoría colectiva
Sobre un texto de Silverio Sánchez Corredera
(Coordinador)
Agradecimientos
Esta biografía es el resultado de una actividad promovida en el IES Emilio Alarcos de Gijón, en conmemoración del bicentenario del fallecimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos.
Se ha partido de un texto base del coordinador —Silverio Sánchez Corredera— («Estudio preliminar», Cartas de Jovellanos y Lord Vassall Holland sobre la guerra de la Independencia (1808-1811), con prólogo y notas de Julio Somoza García-Sala, Oviedo, Edición de la Junta General del Principado de Asturias, 2009), que se ha distribuido por apartados entre la totalidad de alumnos y alumnas de ESO y bachillerato del centro, con la colaboración de los profesores y profesoras del departamento de Lengua. Éstos han seleccionado los resúmenes más adecuados para pasar a formar parte de la redacción de la biografía, y con estos textos el coordinador ha compuesto el relato final, tras haber pulido el texto en la medida de lo necesario y después de haber buscado la máxima coherencia entre los apartados de la historia.
La actividad ha sido posible gracias a la colaboración y apoyo del director, Amable López Fernández, del departamento de actividades complementarias y extraescolares, del PLEI, y, fundamentalmente, gracias a la colaboración de los profesores de Lengua, pero esencialmente, por la implicación y el mérito que los alumnos han alcanzado en la actividad.
La actividad se ha propuesto una redacción de la biografía de Jovellanos, con suficiente contenido pero próxima a los hábitos intelectuales de los alumnos de secundaria, y se desarrolla dentro del conjunto de actuaciones que el Ayuntamiento de Gijón ha promovido en la conmemoración del bicentenario del fallecimiento de Jovellanos.
Gijón, enero de 2011
SSC
IES Emilio Alarcos, de Gijón
Andrés Catelo García, 3º B. Profesor: Eduardo Pequeño Rodríguez
23. La pasión pedagógica
Claudia Álvarez Pazos, 3º E. Profesor: Eduardo Pequeño Rodríguez
24. En el Ministerio. Antes de la caída, la ascensión
Claudia García Domínguez, 3º C. Profesor: Eduardo Pequeño Rodríguez
38. Libre, al fin
Paloma Naveiras Fernández, 3º D, y Gabriel del Reguero García, 3º D. Profesora: Concha Aliaga Bernabé
56. El jovinismo, un legado abierto
Coordinador
Baltasar Melchor Gaspar María de Jovellanos nació el 5 de enero de 1744 en Gijón, y muere entre el 27 y 28 de noviembre de 1811 en la localidad asturiana de Puerto de Vega a los 67 años de edad, tras una vida enteramente dedicada a la política en el contexto de la Ilustración española. Su largo nombre de pila bautismal se convierte con el uso en el de Gaspar Melchor e incluso en el de simplemente Gaspar.
Hasta los 23 años Jovellanos se forma en Asturias, Ávila y Alcalá de Henares. Después se traslada a Sevilla (1768-1778) para actuar como juez de la Real Audiencia de Sevilla, además de conseguir una gran fama en el círculo de jóvenes literarios de la Universidad de Salamanca. En una etapa posterior le veremos durante 12 años en Madrid como juez de Corte, desde donde se le enviará a Asturias para desempeñar múltiples tareas aparentemente secundarias, pero en realidad muy importantes, entre 1790 y 1797. Tras su etapa en Asturias ascendió a ministro en la secretaría de Gracia y Justicia durante un año. Después de una segunda etapa en Asturias, entre 1798 y 1801, es recluido en Mallorca a lo largo de siete años, perseguido por sus ideas. Finalmente en sus últimos tres años de vida, llenos de transcendencia histórica, pasa a formar parte de la Junta Central, en plena crisis en la guerra de la Independencia, donde es capaz de liderar el cambio que entonces va a producirse en España, hasta que finalmente muere perseguido por las tropas napoleónicas.
2. La familia
Los padres de Gaspar Melchor eran Francisco Gregorio Jove llanos y Carreño y Francisca apolinaria Jove Ramírez (primos entre sí). La familia era noble al igual que sus antecesores y, más concretamente, poseían el cargo de Regidor y Alférez mayor de la villa. Otras fuentes económicas eran la posesión de una ferrería y el alquiler de unas caserías. Los Jove Llanos eran gente de mucho relieve en Gijón, aunque su rango de nobleza no sebresalía tanto en Asturias y mucho menos en España.
Al tener tantos hijos era difícil darles a todos una buena educación, así que para las hijas lo mejor era un buen matrimonio, para tres hijos carrera militar y para Gaspar la carrera eclesiástica.
Estudió las primeras letras en Gijón y cursó después estudios en un colegio de Oviedo con el fin de prepararse para el ingreso en la universidad, aunque en principio no va a acceder a una de las mejores.
3. Los estudios
Gaspar Melchor de Jovellanos comienza sus estudios en Oviedo con una ayuda eclesiástica hacia los doce años. Cuando tiene quince pasa a estudiar leyes en Ávila bajo la protección del obispo. Se le amplían las becas y obtiene el título de bachiller y la licenciatura en leyes, por la Universidad de Burgo de Osma. Al año siguiente para conseguir títulos de mayor prestigio obtiene esas mismas graduaciones en la Universidad de Ávila. A los veinte años, pasa a formar parte de la élite universitaria y se licencia y doctora en Leyes por la Universidad de Alcalá de Henares en 1767.
A la vuelta de una de las vacaciones universitarias que pasa en Asturias, el gijonés Juan Agustín Ceán Bermúdez le acompañará como paje, y acabará siendo su secretario. Esta convivencia va a durar veinticinco años, aunque su amistad y su trabajo sobre temas artísticos se mantendrán siempre.
A la vuelta de una de las vacaciones universitarias que pasa en Asturias, el gijonés Juan Agustín Ceán Bermúdez le acompañará como paje, y acabará siendo su secretario. Esta convivencia va a durar veinticinco años, aunque su amistad y su trabajo sobre temas artísticos se mantendrán siempre.
4. Buscando empleo
En 1767 Jovellanos ha alcanzado una brillante formación, pero ahora necesita encontrar empleo. El primer intento que hizo Jovellanos para orientar su carrera profesional falló, cuando aspiró a una plaza de catedrático en Alcalá de Henares. Cuando se disponía a ir a Galicia para opositar a una plaza de canónigo, en Madrid, sus amistades, su hermana y otros familiares harán que dé un giro a su vida y se decida por la carrera civil. Lo previsto era seguir la carrera eclesiástica, pero las circunstancias de su última evolución vital harán que opte por la carrera judicial.
El Conde de Aranda le concede el puesto de juez en 1767 y toma posesión en 1768. Aranda veía en Jovellanos un joven que era capaz de romper con las formalidades, por lo que le propone que deje de utilizar la rancia y tradicional peluca. Vemos en esto una prueba clara del espíritu crítico de Jovellanos.
5. Más que un juez
En los seis primeros años en la audiencia sevillana ejerce de Alcalde de la Cuadra. Cobra durante un tiempo el medio sueldo que le estaba estipulado. Pide varias veces a Campomanes el sueldo entero. Cuando lo obtiene lo utiliza para mantener a su «familia» y para comprar libros y obras de arte. Los últimos años en Sevilla, de 1774 a 1778, asciende a Oidor de la Real Audiencia.
Divide su tiempo en esta su época andaluza en tres vertientes diferentes: el cumplimiento de tareas de su cargo, la asistencia a la tertulia de Olavide y el estudio, la lectura y la escritura.
Entre sus primeros escritos vemos poemas amorosos, y también dos dramas: La muerte de Munuza (1769) y El delincuente honrado (1773). Traduce del inglés parte de El paraíso perdido, de Milton. Traduce del francés, según parece, la Iphigenia, de Racine. Se manejaba bien en español, latín, francés, inglés, italiano y portugués.
6. El origen de la influencia jovinista. Forjando escuela
Jovellanos se llamará en nombre poético Jovino. La conocida Carta de Jovino a sus amigos salmantinos (1776), compuesta de 358 versos, es una clara muestra de la escuela que se estaba forjando a su alrededor. Proponía tratar temas poéticos pero de carácter ilustrado y filosófico con una vertiente educadora y transformadora.
Se va fraguando así la Escuela de Salamanca. La importancia de Jovellanos en el terreno literario radica además en la influencia que ejerció sobre los más importantes poetas de la época (Meléndez, L. F. de Moratín…), a la que se unirá después la ejercida sobre algunos de los literatos románticos (Quintana, Gallego…). Estos influjos, en principio literarios, se convierten también en una influencia política.
7. El poeta
Jovellanos se tomó muy en serio su gusto por la literatura. Pero lo irá abandonando a causa de las interferencias que veía con su profesión de magistrado y porque él mismo dudaba de su valor para ser poeta. Por eso, su vocación literaria acabará fraguando sobre todo en su vertiente ensayística y filosófica.
En 1780, cuando ya era juez de Casa y Corte, le escribió una carta a su hermano Francisco de Paula en la que le hablaba de sus «ocios juveniles», y al enviarle una selección de sus poesías le pide que sea discreto y le recuerda que sólo había compartido esta información con sus amigos más íntimos.
Jovellanos siente un gran aprecio por la poesía y aunque quiere ser poeta acaba desistiendo. Cree que en España después de una época de esplendor pasada se vive en la decadencia y la extravagancia.
8. El ensayista
Muy atraído en su juventud por la poesía, Jovellanos crea un estilo propio de gran calidad que logrará su máxima expresión en el ensayo. Además de su pasión poética y literaria, su interés abarca la jurisprudencia, la economía, la historia, la pedagogía, el arte y la política y se interesa por las ciencias naturales. Sus grandes contribuciones tienen que ver en el fondo con las reformas políticas y morales que cree necesario para España.
9. Los amores de Jovellanos. En las aguas del Betis y del Manzanares
En los poemas de amor de Jovellanos compuestos en su época sevillana y madrileña aparecen seis nombres poéticos: Clori, Enarda, Belisa, Marina, Galatea y Alcmena. Se desconoce de cuantos amores se trataba porque es sabido que algunos al menos son variantes de la misma persona. Lo más probable es que se trate de uno o de dos amores.
Después de un largo tiempo de enamorado, Jovellanos renunció al amor, más o menos cuando tenía cuarenta años, después de haber llegado a tener, según parece, un hijo con Alcmena, el cual debió morir poco después de nacer. A través de una de sus poesías sabemos que Jovellanos rompe con Enarda a la vez que la acusa de amor inconstante.
Jovellanos no llegó a casarse, ¿por qué? Es difícil precisarlo pero ha de tenerse en cuenta que en aquella época suponía un gasto económico muy elevado mantener a una familia de cierta nobleza, teniendo en cuenta que había que incluir en ella a los criados. En su correspondencia y diario vemos que se queja a menudo de estrecheces económicas. Esto, unido a sus continuas ocupaciones y a los desengaños amorosos, podría explicar por qué nunca llegó a casarse.
10. Los estertores del amor
Jovellanos no fue muy afortunado en el amor. Cuando en 1784 ya formaba parte de todas las instituciones culturales más importantes del país y su vida era más ajetreada que nunca, el amor ya no tendrá lugar en su vida.
A pesar de todo, cuando había cumplido los cincuenta, ya en la década de los noventa del siglo XVIII, tuvo la oportunidad de casarse con Ramona Villadangos, una mujer leonesa mucho más joven que él. En aquella época estos matrimonios eran habituales, pero Jovellanos rechazó la idea ya que la diferencia de edades e intenciones era demasiada.
En 1799 responde en una carta al obispo de Lugo, que le había sugerido que se casase, que ya no va a contraer matrimonio porque es tarde ya y porque piensa que si no lo consiguió de joven, no quiere conseguirlo de viejo de prestado.
11. Hombre de Estado. Un juez economista
Jovellanos alcanza ya relieve intelectual en Sevilla, cuando, además de por la jurisprudencia, se interesa por la economía. Los progresos del juez son observador por Campomanes, gobernante importante y economista destacado. En la capital andaluza, el joven ilustrado se forma también en literatura española y universal, y en historia, y poco a poco se convierte en un hombre de Estado. En 1778, Jovellanos es ascendido y ocupa el puesto de alcalde de Casa y Corte y, posteriormente, el de consejero del Consejo de las Órdenes Militares. Entre finales de los años setenta y principios de los ochenta, este ilustrísimo gijonés es llamado a formar parte de numerosos y prestigiosas academias como la Real Academia Española y de algunas sociedades económicas.
12. Hombre de Estado y filósofo. Un juez economista filósofo
El juez economista, preparado para gobernar España, quiere conseguir soluciones prácticas y rápidas para los problemas que tiene el país y reformar la sociedad pensando en el futuro.
Como intelectual destacado se le encarga investigar en el problema político de los espectáculos públicos y en el problema agrario, que tantas dificultades económicas arrastraba para el país.
En junio de 1796 envía la Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas, y sobre su origen en España. Se trata de una obra encargada por la Academia de la Historia que contiene soluciones a los problemas de las costumbres sociales del Estado.
Jovellanos escribe también su obra más famosa, el Informe en el Expediente de Ley Agraria, basándose en el conocimiento directo del tema y en los estudios anteriores utilizados para solucionar el problema agrario. Este informe es hecho a petición de La Sociedad Económica Matritense. Con este escrito enviado en 1794, Jovellanos consigue su mayor reconocimiento por parte del resto de reformistas de su época como son: Campomanes, Cabarrús, José de Guevara Vasconcelos y Juan Pérez Villamil, entre otros. El ilustrado asturiano muestra tener así un modelo económico propio que va más allá de los tópicos y más allá de ser una mera copia de las teorías en boga.
Nuestro reformador también elaboró ante el primer ministro, Floridablanca, un plan de gobierno para el país, que proponía reformas como la necesidad de inversiones públicas, subvenciones y protección estatal, el control de los precios y de la mano de obra y la importancia de que las leyes sean útiles, de manera que cooperen a la prosperidad del comercio y la industria. Estas propuestas fueron consideradas por Floridablanca aunque Jovellanos no fue mencionado como autor.
13. Tertulias y ambientes
Jovellanos estuvo en Sevilla siempre relacionado con la intelectualidad literaria y reformista del grupo de Olavide. Ahora, en Madrid, se mueve en el ambiente reformista de la condesa de Montijo, crítico con la Iglesia de su tiempo.
En una carta le explica a su hermano, Francisco de Paula, lo que representa la iglesia en la sociedad actual y el poder improcedente que detenta. Según don Gaspar, es necesaria una reforma que recupere la sensibilidad del mensaje evangélico y unir la mentalidad civil con la cristiana.
En la corte de Carlos III Jovellanos se cartea con familiares y amigos, y también con un importante grupo de poetas e intelectuales. Puede verse en estas relaciones cómo aumenta más y más su radio de influencias y cómo se va convirtiendo en un personaje importante dentro del país.
14. Entre los más importantes
El 3 de agosto de 1778, Jovellanos había sido nombrado Alcalde de Casa y Corte. Por todas partes la noticia de este ascenso se difundió con premura, de ahí que recibiera la felicitación de Meléndez Valdés, entre otras insignes personas.
Jovellanos llegó a Madrid el 13 de octubre de 1778 y, desde su nuevo puesto, amplía su círculo social, carteándose con multitud de personalidades. Entre ellas, se halla Juan José Arias de Saavedra, que le lleva los asuntos económicos. En el grupo de nuevas amistades se encuentra José Miguel de Flores, que le comunica su admisión en la Academia de la Historia y le facilita las direcciones del resto de académicos para que pueda ir a visitarlos; Manuel de Lardizábal, de la Real Academia Española; y Antonio Ponz, con quien colaborará en una enciclopedia que está realizando.
Se cartea asimismo Jovellanos con el marqués de Campo, embajador de Londres, el cual le envía textos de filósofos anglosajones (entre ellos Smith, Ferguson y Burke) y con el cual trata temas mineros; con Antonio Valdés y Bazán, ministro de Marina, con quien contacta para que Gijón se considere el «Cádiz de Asturias» en referencia al puerto que Jovellanos diseñó; y con el marqués de Casajara, que participa en el contacto entre la condesa de Montijo y Jovellanos.
Por último, ha de mencionarse a Antonio Tavira, que llegará a ser obispo de Salamanca gracias a la propuesta de nuestro ilustrado y que compartía la opinión de Jovellanos en que se deben reformar los estudios de la Universidad. Sin embargo, esta reforma nunca llegará a producirse a causa de la caída del ministerio de Jovellanos y los acontecimientos que seguirán a este hecho.
15. A favor de las mujeres
En 1786 se discutió en España si debían ser admitidas las mujeres en la Sociedad Económica Matritense. Jovellanos defenderá que han de ser admitidas, frente a Cabarrús que opina lo contrario. La idea concreta del ilustrado asturiano es que las señoras deben ser admitidas con las mismas formalidades y derechos que los demás individuos; que no debe formarse de ellas clase separada. Jovellanos y Cabarrús eran grandes amigos, muy próximos en ideas, pero distaban en este tema.
En el siglo XVIII sólo había dos mujeres en España admitidas en la sociedad de los hombres, puros casos de excepción: Doña María Isidra Guzmán, doctora en filosofía, y la Condesa de Benavente; ambas pertenecientes a la nobleza.
16. Trabando un sistema de ideas
Tras su paso por Sevilla, Jovellanos llega a la corte, donde sus ideas reformistas adquirirán gran repercusión. El pensamiento del ilustrado, siempre orientado a mejorar la sociedad, descansa en estos puntos básicos: primero, la vinculación entre las leyes, la economía, la reforma de la educación y la política; en segundo lugar, la importancia de conocer la historia de España, y, finalmente, la necesidad de relacionar las humanidades con las matemáticas y las ciencias naturales. Todas las propuestas que hace Jovellanos en este sentido buscan su aplicación práctica, de ahí que trate a la vez temas tan variados como los indultos, las sepulturas y los cementerios, los planes de estudio, la libertad de comercio, el proyecto de Banco Nacional… y sobre muchas otras reformas económicas y sociales que eran necesarias.
17. El tránsito desde la cima a la sima. El affaire Cabarrús
Gaspar Melchor de Jovellanos pasó de estar en la cima de la política en España a estar hundido por ella, por su empeño en defender la inocencia de su amigo Cabarrús. Éste era director del Banco Nacional de San Carlos, más tarde Banco de España, y fue acusado por sus enemigos políticos de malversación de fondos. El Marqués de Casajara y el conde de Campomanes aconsejaron a Jovellanos que se apartara de este espinoso asunto, ya que podía salpicarle políticamente. Pero Jovellanos no les escuchó y siguió en su empeño. El carácter de don Gaspar se pone de manifiesto en la carta que dirige a Campomanes, donde después de extrañarse de que éste quiera lavarse las manos le comunica que él hará todo lo posible por salvar de la ruina a un amigo inocente. Este empeño va a costarle el destierro a Asturias.
Años más tarde, Cabarrús sería declarado inocente de los cargos que contra él pesaban.
Los influjos de la Revolución Francesa de 1789 son determinantes sobre la política interior española. El reinado, a cuyo frente se encuentra la reina María Luisa de Parma, se ve amenazado por personalidades intelectuales reformistas como Jovellanos. La política de Palacio aprovechará que Jovellanos haya osado defender a Cabarrús para enviarle de inmediato a informar sobre los temas mineros que empezaban a acometerse en Asturias. Tiene que dejar Madrid inmediatamente y no podrá volver hasta que se le ordene.
19. El exilio encubierto
Jovellanos se había convertido en una amenaza, pero a la vez resulta útil. De ahí que el exilio no sea oficial sino encubierto. Y por eso, además de informar sobre el tema del carbón, se le van a ir encargando otras tareas como la construcción de la carretera Gijón-León. Regresará a la corte en 1797 como ministro de Gracia y Justicia, cuando junto con Saavedra, Cabarrús y Meléndez ganen la confianza de Godoy, ministro de la reina. Estos intelectuales reformistas, previamente se habían esforzado por hacer llegar al gobierno las reformas políticas que eran imprescindibles. En la correspondencia entre Jovellanos y Godoy, éste le reconoce abiertamente su talento y llega a tratarle como a un amigo.
Pero antes de este ministerio realizará importantes obras en Asturias, más allá de lo que se le encomendaba.
20. En Asturias. Entre la persecución y sus grandes proyectos
En los diez años que pasó en Asturias, fruto de la persecución hacia sus ideas, Jovellanos no pierde su protagonismo, pues realiza algunas de sus más importantes contribuciones al desarrollo de la nación y de su filosofía. Aunque sabe que su puesto oficial está en la corte, cada vez se sentirá más a gusto con su nueva vida en Asturias y sobre todo con el proyecto pedagógico de fundar un instituto.
En definitiva, a sus cuarenta y seis años, Jovellanos pierde la influencia directa que tenía sobre el gobierno, sin embargo, por su preparación y valía sigue siendo útil, y ahora su influencia pasará a ser indirecta, lejana y controlada.
Pasará la mayor parte del tiempo en Gijón, aunque también viajará mucho por Asturias, realizando informes, e incluso también tendrá que visitar otras regiones en visitas oficiales. Jovellanos fue uno de los reformistas que más viajó por España y que mejor la conocía.
21. Las nuevas tareas y los nuevos cargos
Tras la caída de Francisco de Cabarrús, Jovellanos se había visto obligado a marchar de la corte, desterrado, estableciéndose en Asturias, como ya sabemos. Este periodo de destierro va desde agosto de 1790 al 10 de noviembre de 1797, momento en que es nombrado ministro y regresa al gobierno de Madrid. Después del ministerio volverá otros tres años más a Asturias, hasta que caiga definitivamente, prisionero en Mallorca.
El primer retiro asturiano se encuentra lleno de retos personales: quiere urbanizar y mejorar su ciudad natal, Gijón, y sobre todo dotarla de un puerto y crear en ella un centro de estudios científico-técnicos relacionados con la economía española y asturiana (la mina y el mar). Junto a estas tareas, sigue con responsabilidades encomendadas por la Real Academia de la Historia y La Real Sociedad Económica Matritense; así como mantiene las tareas encomendadas por la propia corte, que eran los temas del carbón y las carreteras.
Entre sus logros, no enteramente conseguidos como él había soñado, pueden contarse: el comienzo de la modernización de Asturias, la potenciación de sus comunicaciones y la formación de técnicos cualificados en la minería y en la navegación.
Las tareas y cargos de este periodo pueden sintetizarse cronológicamente así:
1790: Encargado de la Comisión de Minas en Asturias. Envía la Memoria sobre espectáculos Públicos a la Academia de Historia (el 29 de diciembre).
1791: Viaje a Salamanca para ultimar los informes sobre la reforma de los colegios militares. En el camino visita Santander, Bilbao, Tolosa, San Sebastián, Vitoria, Burgos, Valladolid, Palencia y el canal de Castilla, entre otras poblaciones, recabando informes sobre otras reformas previstas por él personalmente.
1792: Subdelegado de Caminos de Asturias. Viaje a León y al Bierzo (en junio). Viaje a Belmonte (en julio), por motivos oficiales pero sobre todo interesado por temas geográficos, como en el anterior.
1793: nombrado Promotor del Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía.
1794: Funda el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía. Envía a la Matritense, el Informe de Ley Agraria (el 26 de abril). Es nombrado Consejero del Consejo de Castilla (en agradecimiento a sus servicios, pero con ello no gana realmente más poder).
1795: Viaje a Cangas de Tineo (hoy Cangas del Narcea), en marzo, y después a Logroño, de abril a julio, encargado de una investigación de limpieza de sangre.
1796: Envía definitivamente la Memoria sobre espectáculos Públicos a la Academia de Historia con los últimos retoques que ha introducido.
1797: Comisionado Secreto del Gobierno, inspeccionando el norte de España (de junio a octubre) y especialmente la fábrica de municiones y cañones de La Cavada (Cantabria). De octubre a noviembre es propuesto como embajador de España en Rusia, aunque no se hace efectivo. En noviembre recibe el nombramiento de ministro de Gracia y Justicia.
El 20 de agosto de 1790, en Salamanca, Jovellanos comenzará a escribir su diario, que tendrá su fin en Muros de Noya, el 6 de marzo de 1810. El inicio del diario coincide con el fin de su etapa madrileña y con el comienzo de la persecución que va a tener que sufrir en adelante. ¿Intuyó este cambio nuestro reformador y por eso comenzó a escribir un diario? Es al menos probable que esa fuera una de las razones.
En el Diario nos asomamos a apuntes muy sintéticos donde se registran noticias sobre personas, tertulias, lecturas, monumentos artísticos, acontecimientos nacionales e internacionales y costumbres, a la vez que se van señalando algunos de los problemas del país a los ojos de un reformista ilustrado, que rebosando la mera ilustración se acoge a la perspectiva crítica de quien está preconizando el primer liberalismo español. Dirá el 1º de enero de 1801: «Abrimos el siglo XIX [...] La desgracia parece conjurada contra el Instituto, este precioso establecimiento, tan identificado ya con mi existencia como con el destino futuro de este país. Ayer se han mandado suspender los trabajos del nuevo edificio... [...] Entre tanto, rayan las esperanzas de paz; los franceses, triunfantes, van a forzar a ella al emperador. La Rusia, y aun Prusia, amenazan a la Inglaterra, y esta potencia orgullosa abandonará sus proyectos de ambición y codicia, por algún tiempo a lo menos; ¡quiéralo el cielo, para que respire la Humanidad!» («Diario noveno», BAE, LXXXVI, Edición de Miguel Artola, pág. 34 b-35 a.).
23. La pasión pedagógica
Gaspar Melchor de Jovellanos, con su espíritu crítico y renovador, muestra una preocupación constante por reformar las instituciones y costumbres vigentes. Queriendo aunar las disciplinas científicas y humanísticas como expresión de su ideal educativo, convierte su instituto de Gijón en un centro al alcance no solo de los más pudientes sino también de las clases más humildes.
Su empeño por la educación llega a ser tal que opta por dedicarse a esta tarea antes que reintegrarse a sus importantes trabajos en la corte. Escribe libros de texto para el alumnado, e incluye en él matemáticas, química, mineralogía, gramática castellana, inglés y francés.
Jovellanos buscaba una educación integral, por ello pretendía ofrecer a sus alumnos una formación como oficiales de marina y técnicos de la minería, pero quería además que fuesen personas cultivadas y ciudadanos conscientes.
24. En el Ministerio. Antes de la caída, la ascensión
El periodo del ministerio de Jovellanos, a pesar de haber sucedido en un corto lapso de tiempo, y de su cese, ha supuesto para la historia de España un hecho transcendente.
El 14 de noviembre de 1797 Jovellanos acepta el cargo como ministro de Gracia y Justicia, después de rechazar el puesto como embajador en Rusia. Según el propio don Gaspar, ser ministro supone una gran inquietud, aunque nada comparado con lo que pudo haber sido su destino en San Petersburgo. El 22 de noviembre acude a una cita con el Príncipe de la Paz y al día siguiente toma el cargo. En este gobierno de Godoy hay además otros reformadores como Francisco de Saavedra y Juan de Lángara, pero las reformas que proyectan no serán posibles en estos momentos; vencerán sus enemigos.
25. Retratado por Goya
Siendo ministro de Gracia y Justicia, Jovellanos fue pintado por Goya, en 1798. Llama la atención la tristeza que refleja el rostro de Jovellanos en este retrato. Puede ser que esa tristeza se deba a las dificultades que Jovellanos percibía cada vez que intentaba mejorar su país. Así, por ejemplo, Jovellanos proponía que el Estado controlase los bienes económicos de la Iglesia, tal como se hacía en Francia. Sin embargo, su idea no pudo llevarse a cabo.
26. «Jansenismo» reformista
Entre las diferentes intervenciones que realiza Jovellanos siendo ministro, las que más estacan son: promover al reformador Tavira al obispado de Salamanca y proponer la reforma del Tribunal de la Inquisición, al que quiere quitar poder, fin que se volverá en su contra y que le provocará la ruina.
Además, durante su ministerio de Gracia y Justicia, escribe el Plan para arreglar los estudios de la Universidad. ElPlan de educación de la nobleza también se le atribuyó, aunque según parece fue redactado por una comisión, entre ellos uno de sus seguidores, José Vargas Ponce; no obstante, hay que destacar la influencia jovinista de este plan educativo.
27. El envenenamiento
Poco después de su toma de posesión como ministro, vemos a Jovellanos afectado por unos vómitos, a los que nunca antes había estado expuesto, tales como los que se sufren en los casos de envenenamiento. Blanco White nos narrará en sus Letters from Spain (1822) que los líos de habitación entre Godoy y sus tres mujeres, la oficial, María Teresa de Borbón, y sus amantes, Pepita Tudó y la reina, crearon un problema en el que se verán implicados indirectamente los ministros Saavedra y Jovellanos. Por esto y por los problemas de política internacional, incluso Godoy será apartado del poder entre 1798 y 1801.
En este ambiente, Jovellanos será exonerado después de nueve meses, el 15 de agosto de 1798 y nombrado Consejero de Estado. Su amigo Saavedra, por lo mismo, dejará el cargo en febrero de 1799.
28. Las aguas del balneario
Antes de su regreso a Asturias, descansará entre el 20 de agosto y el 13 de septiembre, para reponerse de su salud, no a causa del intenso y frustrado trabajo, sino por el envenenamiento sufrido, que parece haber sido demostrado por varias personas que estudiaron posteriormente el caso. Después de pasar por Madrid para arreglar unos asuntos, el 11 de octubre sale hacia Asturias, y llega él y su «familia» a León y se quedan allí 8 días, aprovechando los buenos amigos que conserva; más tarde duermen en Pajares, almuerzan en Campomanes, comen en Pola de Lena, a las siete están en Mieres y pasadas las diez en Oviedo, donde duermen. El 27 del mismo mes llegan de madrugada a Gijón. En este tiempo perdió a su querido hermano Francisco de Paula. Al ser el varón vivo de sus hermanos debe hacerse cargo del mayorazgo, a sus 54 años.
29. Batallas dramáticas libradas
Así pues, fracasado en su ministerio Jovellanos vuelve a Asturias en 1798 para seguir promoviendo su Instituto ayudado por un gran número de parroquianos y de personalidades españolas con las que entablaba contactos. Crea también una biblioteca que es motivo de censura y mirada mal por muchos, entre ellos por el obispo de Lugo.
Una carta anónima es enviada al Rey para delatarle de una ideología y doctrina enemigas de la corona y del catolicismo. La verdad es que era liberal y afín a las nuevas formas de pensamiento ilustrado europeo, pero no enemigo de la monarquía ni del catolicismo.
En medio de estas amenazas, Jovellanos se ve obligado a dirigirse al Rey en 1800 para explicar que él no había promovido directamente los elogios hacia su persona que se hacían en una reciente traducción al castellano de El contrato social de Rousseau, obra en cuyo prólogo se criticaba duramente al gobierno de España. Pero la suerte ya está echada: son varios y poderosos los que están incomodados con sus ideas reformadoras.
30. En el borde de la caída definitiva
El pensamiento político de Jovellanos estaba influenciado por las ideas revolucionarias de su tiempo, como las del cónsul inglés de La Coruña, Alexander Jardine. Con este diplomático inglés intercambia libros y múltiples cartas donde discuten de sus diferentes ideas sobre la revolución y sobre la democracia, y debaten sobre los aspectos en los que no coincidían, especialmente por el rechazo de Jovellanos hacia el jacobinismo, del que repudiaba sus métodos violentos.
En enero de 1801 describe en su diario la situación política del momento, relativa a la tensión entre la curia romana y el gobierno español. En España 8 obispos defendían abiertamente la política reformadora del ministro Urquijo, que otorgaba poderes a los obispos sobre las dispensas matrimoniales sin depender de Roma. Desde el papado llegan a España las amenazas de herejía. Sobre estos problemas, Jovellanos se pone de parte de los reformadores religiosos, llamados jansenistas, y es muy crítico con los ultramontanos de la curia romana.
Los defensores del orden establecido extreman su poder y el 13 de marzo de 1801 Gaspar Melchor es detenido por el Regente de la Audiencia de Oviedo, Andrés Lasaúca, para conducirlo a Mallorca. Otros amigos de Jovellanos, como Meléndez, Arias, Ceán, Vargas Ponce, son también detenidos. José Sampil, capellán de don Gaspar, es asimismo detenido en Palacio cuando pretendía entregar a Carlos IV las dos representaciones que el infeliz detenido había redactado en Mallorca, solicitando ser juzgado.
En Mallorca, de 1801 a 1808, la actividad de Jovellanos quedará reducida a la relación epistolar con algunos de sus allegados –como su hermana Josefa, la poetisa que escribe en bable– y su amigo el canónigo candasín Carlos González de Posada, o su antiguo amanuense Ceán Bermúdez. No obstante, durante estos siete años, enmudecido como se halla, se las ingenia para redactar el Tratado teórico-práctico de enseñanza –también llamado Memoria sobre la educación pública– y más tarde la investigación histórico-artística sobre los monumentos mallorquines o Memorias histórico-artísticas de arquitectura. A la vez aprende el mallorquín. Este hecho nos confirma en uno de los rasgos del talante jovinista, que le hacía ser asturiano en Asturias, sevillano en Sevilla, madrileño en Madrid, mallorquín en Mallorca, porque todo ello no era incompatible con ser español, un español que transitaba con total facilidad entre el sentimiento original de su patria chica asturiana y la patria española, dentro de un sentimiento universal que le unía al resto de la humanidad.
La postura filosófico-política de Jovellanos coincide con la de los reformadores de las Cortes de Cádiz, que buscaron un proyecto nacional de Estado que había que preservar frente a cualquier secesión.
El 18 de abril de 1801 llega a la isla de Mallorca. De 1801 a 1802, durante poco más de un año, lo pasa en buena compañía con los cartujos de Valldemossa. Actos litúrgicos, tertulias y paseos con el padre Prior, fray Antonio, fray Fosef, fray Joaquín, Don Dionís, Salas y Domingo, su mayordomo. Las ocupaciones: la botánica, los libros de la biblioteca, la espera de alguna señal desde la corte y, como pedía sor Josefa de San Juan Bautista –su hermana, ahora priora de las agustinas recoletas de Gijón– al Prior de la Cartuja de Valldemossa, en carta de 3 de julio de 1801, haciendo lo posible por hacerle dulce la reclusión.
Cuando quede liberado en 1808, como muestra de haber trabado verdaderas amistades entre los frailes, vendrá a despedirse de la comunidad cartuja, antes de viajar a la península.
Enterados de que escribía –contra las órdenes dadas– y de que había enviado dos representaciones a Carlos IV, se le endurece el encierro por orden del ministro Caballero, y desde el 5 de mayo de 1802 a 1808 vivirá en los calabozos de Bellver.
En 1803 perdemos casi totalmente su rastro. De ese año sólo tres cartas se conservan, una dirigida a Ceán escrita en latín en marzo, otra en octubre escrita en bable al director del Instituto, José Valdés Bazán –según Caso–, y una tercera en diciembre a González de Posada, utilizando un amigo común como correo secreto. En estas cartas le vemos refugiado en su fortaleza, convenciendo a los que le compadecen en el exterior de que aunque es casi milagroso y apenas humano está hallando un poco de placer en el descanso, en los libros y en el trato con muy pocas personas a pesar de estar «despojado por entero de patria, de casa, de parientes, de amigos, en fin de libertad –que para muchos es el primer bien y para mí, desde luego, el más grande después de la virtud y la honra...» (Obras Completas, IV, IFES, pág. 25).
De noviembre de 1801 a febrero de 1806 su diario enmudece del todo.
En 1804 vemos recuperarse la correspondencia: contamos con 24 cartas de Jovellanos, especialmente en este año con su hermana monja Josefa.
En 1805 puede comprobarse que se va relajando la vigilancia a juzgar por las 48 cartas que Jovellanos envía, casi todas con pseudónimo, entre ellas las curiosas en bable, sobre todo, con su amigo gijonés Pedro Manuel Valdés Llanos (Don Petris, Sempronia, Teresina del Rosal), quien le contagiará en 1811 la pulmonía que le llevará a la muerte. También escribe a Caballero, su verdugo en la corte, para que se le dé permiso para nombrar apoderado que desempeñe el encargo de la tutela y educación de doña Manuela Blanco Inguanzo, pulila de Jovellanos por deseo de la madre de la niña, en su muerte hacía años, que además estaba encomendada al tío de la pupila, quien llegará a cardenal Inguanzo, y al párroco de Gijón. Trasladado el párroco, y conociendo la vigilancia distante que ejercía el tío de Manuela, Jovellanos realiza estas gestiones. Puede verse, más allá de este dato aislado, cómo a lo largo de su correspondencia este tema constituye una de las preocupaciones que le acuciaban y que se llevó de Gijón a Mallorca. La respuesta desde la secretaría de Gracia y Justicia le concede permiso para esto pero se lo deniega para que pueda volver a Asturias, como había solicitado el mismo día en que iban a cumplirse los cuatro años de estrecha reclusión y habiendo cumplido ya los 61 años de edad y enfermado de diversas dolencias. Quizás pensara, al solicitar que la reclusión sobre su persona fuera en el Principado o en otro lugar «del continente», en que su amigo Cabarrús sólo había estado recluido dos años (1790-1792). Además, el famoso financiero tuvo la suerte de ser sometido a juicio. Jovellanos solicitó por dos veces a Carlos IV en abril y octubre de 1801 que se le imputaran cargos, para poder defenderse, y que se le juzgara; pero la respuesta fue trasladarle del monasterio al castillo.
35. Cartas, relaciones, cartas…
Jovellanos escribe 51 cartas en 1806 en las cuales mantiene correspondencia, entre otros, con el futuro representante de Mallorca en la Junta Central, con su hermana y su sobrino.
En 1807 escribe 50 cartas, entre ellas a Godoy, felicitándole por el nombramiento de Generalísimo Almirante de España e Indias, pero también con la intención de que éste le pueda ayudar a librarse de Bellver para volver con sus hermanas ya enfermas o de vivir retirado en algún pueblo. Cuida la correspondencia también con su cuñada agradeciéndole su afecto constante; ambos habían mantenido serias discusiones sobre temas de herencia años atrás, que Jovellanos acabó resolviendo.
En Bellver entabla amistad con el capitán de guardia y con el Gobernador, que tiene como resultado la formación de una tertulia de intelectuales en su celda; con la consiguiente posibilidad para Jovellanos de investigar el arte y la historia mallorquina.
De 1808 se conocen 9 cartas en las que habla sobre su libertad; aunque lo que más le importa es que se le declare inocente y que se le vuelva a aceptar en las comisiones asturianas: carbón, carreteras y el Instituto.
¿Qué tono emocional preponderante tuvo Jovellanos durante este largo encierro? Nos ha quedado bien sintetizado en dos cartas que envía a Ceán: mantener la firmeza que ha buscado a lo largo de su vida y, como recomienda Horacio, siendo moderado en la prosperidad y paciente en la adversidad. Además, conservar la esperanza en Dios y resistirse a que el ánimo caiga en el desconcierto o se vuelva desdichado.
¿Pudo mantenerse fuerte Jovellanos todo el tiempo, sin caer en la depresión? Creemos que sí, pero puede detectarse algún atisbo de desfallecimiento en variados momentos y, de modo muy singular, en la «Paráfrasis al salmo “Judica me, Deus”» donde pone ante sí al descubierto sus más nudos sentimientos, en este escrito que envía a su caro amigo el canónigo, González de Posada, en 1806. Abocado a una depresión que apunta, Jovellanos encuentra su terapia más firme en su creencia en la justicia de Dios y por lo que vemos mantiene su fortaleza. Jovellanos pide a su Dios que haga justicia, pero que la haga en este mundo. No sólo reza y pide, sino que argumenta ante Dios. No contempla como salida la posibilidad de una muerte encarcelado y humillado en expiación de sus verdaderos pecados («los errores y devaneos que me rodearon en mi juventud, y de la ciega docilidad con que los seguí en los senderos del placer y de la disipación...», Obras Completas, I, pág. 308), porque entonces sus perseguidores, conspiradores, inicuos, calumniadores, malvados y violadores de todas las leyes divinas y humanas, impondrían su injusta ley contra él.
37. Entre la religiosidad y la emoción estética
Don Gaspar Melchor tiene muy afectada su vista con cataratas y su salud física está extremadamente mermada pero no su potencia intelectual. La vertiente de estudioso del arte y sus grandes conocimientos histórico-artísticos que había manifestado ya en el Elogio de las Bellas Artes, en las Cartas a Ponz y en el Elogio de don Ventura Rodríguez, los lleva ahora a su cumbre en Mallorca con las Memorias histórico-artísticas de Arquitectura. En este estudio busca conocer la historia a través del lenguaje de las piedras, de los significados que encierran las formas arquitectónicas. En las Memorias histórico-artísticas profundizará en ese rasgo tan jovinista, que le lleva a buscar la integración y articulación de los distintos saberes. Ese ánimo articulador es el que le convierte en un filósofo.
Mirado con detalle, se observa que la sensibilidad que aflora en su actitud religiosa es muy similar a la que se trasluce en sus escritos estéticos. Ambas vertientes se hallaban muy próximas en Jovellanos.
38. Libre, al fin
El motín de Aranjuez del 17-19 de marzo de 1808 depone a Carlos IV y le da el trono a Fernando VII. El 22 de marzo, Caballero despacha la orden de liberación de Jovellanos. El 4 de abril Jovellanos conoce la noticia, que le comunica el capitán general al día siguiente. El 5 de abril es por fin liberado, mientras que en Madrid el ministro de Gracia y Justicia cesa en su cargo. Al enterarse de la liberación, toda la ciudad se llena de entusiasmo y grita: «¡Viva el señor Jovellanos y viva la inocencia!».
IV. Un ilustrado en guerra (1808-1811). La Junta Central
39. Acontecimientos principales desde 1808
En 1808 Jovellanos tiene 64 años. Sus últimos tres años y medio de vida van a transcurrir a un ritmo trepidante, el ritmo de la guerra.
Abril-mayo de 1808: Invasión napoleónica y Guerra de la Independencia.
Septiembre de 1808: Constitución de la Junta Central como gobierno legítimo frente a José I Bonaparte.
Febrero de 1810: La Junta Central delega su poder en la Regencia.
Septiembre de 1811: Cortes de Cádiz.
Noviembre de 1811: muere Jovellanos.
19 de marzo de 1812: Constitución de las Cortes de Cádiz.
40. Adiós a Mallorca
Jovellanos es liberado el 5 de abril de 1808. Su primer mes de liberación lo pasa conociendo Mallorca, despidiéndose de sus amigos y de los monjes de Bellver. El 19 de mayo de 1808 embarca en Soler hacia Barcelona.
En Barcelona, en la precipitación y por el avance de las tropas francesas, pierde el equipaje y la biblioteca que había estado formando en Mallorca. A su paso por Zaragoza es reconocido y aclamado, se entrevista con el general José Palafox y conversan sobre la estrategia política a seguir; quieren retenerle como héroe pero Jovellanos ansía antes que nada descansar y reponer su salud quebrada, así que le escoltan unas millas. El 29 de mayo a su paso por Tarazona, nuevas aclamaciones populares. Finalmente el 1 de junio llega a la Alcarria, a casa de su tutor («papá»), secretario económico y gran amigo Juan Arias de Saavedra, en Jadraque (Guadalajara), donde pretende recobrar fuerzas, antes de dirigirse a Asturias.
Al día siguiente de su llegada a Jadraque, malas noticias para sus planes, Murat le requiere en Madrid. Jovellanos da largas alegando hallarse muy enfermo. En los días inmediatos, otra posta que llega de Bayona, con proposición de Napoleón, para que se dirija a Asturias a pacificar y poner de parte de José I a sus paisanos; y otra posta más, nombrándole ahora el emperador ministro del interior. Nuevo rechazo. De este modo en junio, julio y agosto consigue resistir desde Jadraque las invitaciones a participar en el gobierno bonapartista, la nueva dinastía oficialmente entronizada en España.
En mayo Goya retrata al heroico pueblo de Madrid, resistente ante el invasor. Móstoles, Asturias y por todas partes en España declaran la guerra al ejército invasor. A principios de septiembre la Junta General del Principado de Asturias le nombra a él y al marqués de Camposagrado representantes por Asturias en la Junta Central del reino que se pretende instituir desde la insurrección, como poder legítimo ante la «usurpación» del invasor. El marqués era un joven militar, que será la sombra y el apoyo de Jovellanos todo el tiempo. El 19 de julio había tenido lugar la victoria de las tropas del general Castaños ante el general Dupont, en Bailén, lo que daba alientos a quienes pensaban que era posible contrarrestar la invencible artillería napoleónica, la más poderosa del mundo. No todo estaba perdido, se podía resistir. Jovellanos, conocedor de las limitaciones, creía que la resistencia era una obligación patriótica y que si fuera preciso habría que trasladar el gobierno legítimo a tierras americanas. Mientras, muchos de sus amigos (Cabarrús, Meléndez...) y otros menos amigos (como Caballero) se encontraban en el bando de los afrancesados, cogidos por la fuerza arrolladora del ejército galo o por hallarse con nuevas prebendas o, también, por ver en José I un monarca moderno y minusvalorar el hecho de la invasión y de la dependencia imperial con Francia. El 10 de septiembre acepta representar a Asturias en la Junta Central y el 17 parte Jovellanos para Madrid a reunirse con los centrales que ya van llegando, unos a Aranjuez, el grupo que pretende nombrar presidente a Floridablanca y, otros, projovellanistas, en la capital, pero Jovellanos no tiene intención de acaudillar bando alguno, viene a defender una concepción del Estado y la legitimidad que ha de seguirse en el proceso que se abre. El empuje de las tropas francesas hará que todos coincidan en Aranjuez el 25 de septiembre de 1808 y que se nombre al murciano José Moñino, conde de Floridablanca, como presidente; anciano octogenario no durará mucho en el cargo, morirá el 30 de diciembre de ese año.
Jovellanos se apresura a renunciar a su nuevo sueldo de representante, indicando que le basta el de consejero de Estado. De éste otro, la mitad lo destina a los gastos de la guerra. Nada anormal, éste ha sido el modelo de economía doméstica que Jovellanos ha llevado a lo largo de su vida.
Entretanto, en 1808, la presión francesa hará que la Junta Central retroceda de Aranjuez a Sevilla, en un viaje que les lleva por Toledo, Talavera y Trujillo. En Sevilla, desde el 17 de diciembre de 1808 al 24 de enero de 1810, Jovellanos se reencontrará con los recuerdos de su juventud y trabará una interesante correspondencia con lord Holland.
Las tropas napoleónicas, irresistibles, a pesar de contar las insurrectas con la ayuda inglesa, harán que la Junta Central se desplace de Sevilla a la Isla de León y a Cádiz. El 24 de enero de 1810 embarca Jovellanos en Sevilla para Sanlúcar de Barrameda y vuelve a perder la pequeña pero preciada nueva biblioteca que había venido formando. El primer mes de 1810 la Junta Central pasa los poderes a la Regencia, relevándola en el poder el 31 de enero, encargada ahora de dar cumplimiento a la convocatoria de Cortes, que desde septiembre de 1810 a 1814 desplegará una nueva legislación: igualdad de derechos para peninsulares y ultramarinos, libertad de cultivos, igualdad de derechos para los cargos públicos sin distinción de castas, libertad de imprenta, abolición de la mita o servidumbre de los indios americanos y el 19 de marzo de 1812 la aprobación de la nueva Constitución española. El 4 de mayo de 1814 Fernando VII declarará nula la Constitución de las Cortes de Cádiz.
43. Sus últimos días
Tras dieciséis meses de trabajo en la Junta Central, Jovellanos decide regresar a su casa, pero en el viaje es detenido en Galicia, por la acusación de malversación de fondos y de usurpación de la autoridad que se ha promovido contra todos los miembros de la Junta. Se trataba de una maniobra de confusión.
Publica Memoria en defensa de la JuntaCentral para defenderse de esta nueva persecución; en ella se analiza, además, el pensamiento filosófico-político de Jovellanos. Ya en Gijón, desde el 6 de agosto de 1811, debe huir de nuevo del acoso del ejército napoleónico, y muere en Puerto de Vega (Navia), donde se había refugiado junto a su amigo Valdés Llanos, entre el 27 y el 28 de noviembre.
44. Acontecimientos durante la guerra. Nacionales contra afrancesados
En el comienzo ya de la guerra de la Independencia surgirán entre los españoles dos bandos enfrentados: los nacionales y los afrancesados.
A finales de Julio, Cabarrús, recién nombrado ministro de Hacienda, intenta atraer a su gran amigo Jovellanos hacia el bando de los afrancesados, afirmando que José I es el mejor rey hasta la fecha. Pero, Jovellanos hace un análisis de los hechos diferente y le responderá con contundencia: el rey José es un intruso al frente del ejército invasor; los tribunales le desobedecen, la nobleza le desdeña y el pueblo le desprecia, ésta es la principal cuestión: el pueblo español lucha por los Borbones no por los Bonaparte. Jovellanos lamenta la pérdida de la amistad si su amigo no se retracta en las cartas que se cruzan (de 29 de julio de 1808, la de Cabarrús, desde Madrid; y escrita en Jadraque, en agosto de 1808, la de Jovellanos).
Estos argumentos volverá a repetirlos Jovellanos, en abril de 1809, al general Sebastiani, cuando éste siga intentado captarle para la causa bonapartista.
Muchos colaboraran con el gobierno de José I y pasarán a ser de grado o por fuerza «afrancesados». Fueron muchos los amigos de Jovellanos que acabaron colaborando con el gobierno de José I. Los que abrazaron la causa afrancesada lo hicieron por razones ideológicas e intelectuales o por intereses personales y cuyunturales, pero en la mayor parte de los casos puede afirmarse que se vieron envueltos en un proceso de acontecimientos que superó el puro nivel de la libertad individual.
45. La Junta Central. La labor como «central»
La Junta Central se constituyó en el gobierno español de emergencia, tras la abdicación de Fernando VII, en el momento de la invasión del ejército napoleónico, y frente al gobierno «oficial» de José I Bonaparte.
Jovellanos, uno de los grandes protagonistas en la Junta, dará el empuje necesario con sus actuaciones al proyecto de convocatoria de cortes. Muchas de sus ideas canalizaron aquellos acontecimientos y otras serán remodeladas por los jóvenes liberales, como Argüelles, Toreno, Canga, Flórez Estrada, Antillón… que tenían a Jovellanos como su maestro.
Sus escritos pueden darnos una idea de la implicación de Jovellanos en la Junta Central, de su actividad ininterrumpida sobre el trascendente tema de las cortes. En todos sus desvelos se esforzaba por que en medio de la Guerra de la Independencia española, y cumplida la misión de la Junta Central, se creara una Regencia de España e Indias que promoviera la convocatoria de cortes, las que acabarían siendo Cortes de Cádiz, que redactarían la Constitución de 1812.
46. Problemas dinásticos y constitucionales.
La infanta Carlota contacta desde América con Jovellanos, para ofrecerse como regente. Con inteligencia y prudencia, Jovellanos, por una parte se muestra amable en su contestación a la infanta, en sus pretensiones dinásticas, pero a la vez no compromete lo esencial y le hace entender que el tema estaría, llegado el momento, en manos de la ley vigente.
El talento político de Jovellanos queda igualmente reflejado en la prudencia con la que se documenta para sus trabajos constitucionales, pidiendo ayuda a los mejores especialistas (lo era entonces Francisco Martínez Marina) y siendo muy respetuoso con la Constitución vigente a la hora de reformarla.
47. El ilustrado protoliberal
Podríamos decir que durante el gobierno de la Junta Central sobresalió una idea en el pensamiento político de Jovellanos sobre todas las demás: la necesidad de convocatoria de cortes. Con esta actitud, el ilustrado pasará a ser de hecho el precursor de los jóvenes liberales, es decir de la primera izquierda política española, la que promovió y promulgó la constitución de Cádiz. Puede afirmarse, por tanto, que Jovellanos fue un protoliberal, cuyos análisis no se limitaban a la búsqueda de soluciones inmediatas, sino a aquellas que pudieran perdurar en el tiempo debido al equilibrio y justeza de su planteamiento.
48. Una amistad anglo-española
Lord Vasall Holland era un whig (liberal) inglés y puede ser considerado el primer hispanista extranjero porque España era su segunda patria y se interesó por la cultura española. Tuvo una gran amistad con Jovellanos, ya que compartían ideas filosóficas y políticas. Esas ideas pasarán a llamarse liberalismo, en contra del Antiguo Régimen, y aparecen reflejadas en unas cartas, que recogen el pensamiento de Jovellanos.
A través de esas cartas se deduce y desprende que tenían un pensamiento filosófico-político muy parejo. Este pensamiento es el liberalismo, propio de los futuros estados modernos e ideario político contrario al del Antiguo Régimen. El liberalismo reclama libertades políticas que los «serviles» (seguidores del antiguo Régimen) deploran. La amistad de Lord Holland y Jovellanos viene del principio de los años noventa y se vio, en parte, interrumpida por la guerra anglo-española hasta que en plena guerra de la Independencia, Lord Holland viajó a España, junto con su familia, para volver a ver a Jovellanos. En esta amistad ambos reconocían los méritos e ideas del otro. Intercambiaban posturas políticas similares, pero no hasta el extremo de coincidir en todos sus aspectos y detalles.
Todos estos hechos son narrados en la correspondencia mantenida entre ellos, y que Julio Somoza recuperó en Londres (111 cartas de Jovellanos) al canjearlas por 69 de Holland halladas en Gijón. Fueron publicadas en 1911 como Cartas de Jovellanos y Lord Vasall Holland sobre la guerra de la Independencia.
En la carta de Sir Henry del 12 de septiembre de 1808 todavía desde Holland House, antes de viajar a España, apuntaba ya el tema que habrá de unirles a los dos, la instauración en España de una Constitución libre, en un castellano no malo como segundo idioma pero tampoco perfecto.
El 2 de noviembre de 1808 le contesta Jovellanos, ahora ya miembro de la Junta Central –no lo sabía, el lord, en el momento de escribirle–, que «viniendo ahora a las esperanzas y deseos de V.E. acerca de la reforma de nuestra Constitución, y que son enteramente unívocos con los míos, yo no sé todavía lo que en esto se puede pronosticar», añadiendo a continuación que el problema reside en el acierto de los medios oportunos, toda vez que algunos de los vocales de la Junta Central no están por la labor de la reunión de cortes y en cuanto a reformas las acometerían pero utilizando el viejo estilo del despotismo ilustrado y prescindiendo de la intervención y opinión de la nación.
La actitud nítida de Jovellanos a favor de una constitución en el sentido moderno, sin perjuicio de su arraigo histórico, se pone de manifiesto con suficiente claridad, como para despejar las dudas de quienes han querido ver en el ilustrado asturiano una mente conservadora, por la importancia que le concedió al respeto a la tradición. Pero una actitud similar en este punto (respeto de la tradición) tuvieron también los liberales doceañistas. E, incluso, en caso de necesidad, el asturiano no le hacía ascos al modelo que representaba la moderna y reciente República americana. Nada oponía el ilustrado liberal al moderno concepto de «democracia» que se impondrá a lo largo del siglo XIX, en cuanto participación de la nación entera, todo lo contrario, eso es lo que buscaba.
50. Jovellanos frente a Floridablanca
En la correspondencia con lord Holland, vemos que existían por aquellos tiempos dos facciones: la de Floridablanca que defendía la continuidad del despotismo ilustrado; es decir, aquella política que buscaba el beneficio del pueblo pero sin contar con el pueblo, y la de Jovellanos, que defendía una ilustración sin despotismo, basada en el respeto a la opinión del pueblo y en la aprobación discutida por parte de las cortes de las reformas propuestas.
51. Los dos bandos de la Central
Se ha discutido mucho sobre la verdadera inclinación ideológica de Jovellanos. Un signo revelador ha de hallarse en el género de amigos que tuvo y en las personas a quien se sentía unido en ideas.
Trabajaba en la Junta Central con Francisco Saavedra, Camposagrado, Verí y con Ayamans, y se beneficiaba de los saberes de Martin de Garay. Tenía buena afinidad con quienes muy pronto serian protagonistas de las reformas liberales, como Quintana, Blanco, Toreno, Lista, Antillón, lord Holland. Y no coincidía ideológicamente con una buena parte de los representantes de la Junta Central, con los que representaban las posturas menos proclives a las reformas.
52. Ser inglés y ser español
En el cruce de cartas entre Jovellanos y Lord Holland de septiembre y octubre de 1809 encontramos que su amistad no evita que puedan enfrentarse en las ideas cuando es preciso.
Sir Henry Holland reprueba la tranquilidad e indiferencia con la que se están llevando a cabo las reformas en España y opina que el gobierno español es irregular y oligárquico.
Jovellanos rebate los argumentos de su amigo, manifestando que lo que falla en la alianza entre España e Inglaterra contra Napoleón es el gobierno inglés, más ocupado en obtener ganancias económicas de la guerra que en prestar una verdadera ayuda.
53. Entre la ideología y la filosofía
Jovellanos y Holland tenían ambos un pensamiento afín al de los ilustrados liberales; no obstante, ¿cuáles eran sus diferencias de fondo? Ya sabemos que lo primero que les separa es su distinta nacionalidad, y, por ello, la distinta visión que cada uno tiene acerca de la ayuda de los ingleses en la guerra de Independencia. Sin embargo, la distancia en las ideas tiene que ver con que el inglés se movió en la teoría, y el español tuvo que moverse además en la práctica y teniendo de hecho que intentar cambiar aquella realidad; y, a la vez, mientras que lord Holland planteaba los temas como político, Jovellanos lo hacía como filósofo de Estado, es decir, entendía que la justicia y la libertad son, en principio, teorías utópicas, y el verdadero problema está entonces, en conocer los medios prácticos más estables que conduzcan a esos fines.
Jovellanos entendió que había que luchar por libertades mayores y por una igualdad deseable; pero que sería un camino largo; y que gran parte de los españoles no querían el cambio. La lucha contra la ignorancia era el principal reto. El proyecto era de índole política pero incluía necesariamente un objetivo político-moral. La reflexión de Jovellanos alcanza el nivel filosófico ya que es capaz de diferenciar bien entre lo ético, lo moral y lo político por lo que es capaz de hacer distinciones teóricas finas y no confundir las ideas personales de justicia vividas en propia carne (ética) con las ideas de justicia que funcionan en la opinión pública, muchas veces contradictorias (moral) y con las ideas de justicia de un gobierno equilibrado, constitucional, estable y próspero (política).
54. ¿Protoliberal o conservador?
Algunos de los textos de Jovellanos, sacados de contexto, podrían dar a entender un conservadurismo en sus ideas.
Si lo llamamos conservador (en el sentido político actual) habrá que explicar al Jovellanos que apoya al reformista Olavide, simpatizante de Aranda, defensor de las reformas de Campomanes, comprometido con la cultura en todas sus ramas, crítico de la iglesia de su tiempo, alineado con el movimiento teológico «jansenista español», desterrado, envenenado, encarcelado, autor de una reforma institucional y agraria prohibida durante siglos por la reacción, referente de los reformistas más radicales de su tiempo, introductor de reformas pedagógicas, impulsor de todas las reformas económicas progresistas de su tiempo, defensor del liberalismo dirigido desde el Estado, que podríamos llamar «liberalismo jovinista», defensor de la infancia y de la mujer, de la desaparición de la pena de muerte, del derecho a la educación de todos, de la libertad de pensamiento, de opinión y de prensa, del derecho a la soberanía del pueblo, de la igualdad ante las leyes…
La renovación constitucional debía hacerse con el mayor tiento posible, con un modelo constitucional potente pero no prepotente. La monarquía que él defendía debía contener la justicia y la eficacia al lado del fundamento histórico y la legitimidad; idea, por lo demás, seguida también por las Cortes de Cádiz. Busca una monarquía parlamentaria con un equilibrio de poderes entre el ejecutivo (monarquía) y el legislativo, todo ello dependiendo en definitiva del imperio de la ley (judicial y legislativo).
Quienes dan importancia a la conexión de sus ideas con el naciente liberalismo político hacen una lectura de Jovellanos desde el progresismo; otros, destacan la defensa que hizo de las tradiciones, y ven en ello un síntoma de conservadurismo. Ha de destacarse en esta encrucijada ideológica que el tradicionalismo de Jovellanos no opera en contra de la actitud de progreso. Habrá, sí, posteriormente y durante el siglo XIX, un tradicionalismo conservador, pero éste se opondrá a la política reformista liberal. Por ello ha de defenderse que Jovellanos fue, en realidad, un protoliberal. Las ideas de Jovellanos se unen natural y materialmente con las de los liberales, pero sin confundirse del todo entre sí. Por tanto, hablar de conservadurismo en Jovellanos, en el sentido de conservadurismo de derechas, es posible solo si manejamos los conceptos sin tener en cuenta el contexto preciso en el que fueron propuestos por el ilustrado asturiano.
55. La relación de Jovellanos con las Cortes de Cádiz
Jovellanos se mantiene informado de la tarea de las Cortes de Cádiz a través de su sobrino Alonso Cañedo y Vigil cuando ya está disuelta la Junta Central a partir del 1 de febrero de 1810. Por las cartas que se mandan, podemos saber que Jovellanos se sentía orgulloso de que estuvieran saliendo adelante, sin embargo, no todo era como a él le gustaría: no le gustaba el unicameralismo (era partidario de que hubiera también senado), le parecía que la libertad de expresión debería ser una ley dentro de la constitución, pensaba que el concepto de soberanía no era el adecuado para nombrar el lugar de la legitimidad de la nación (él proponía el concepto de «supremacía»), y no le convencía el desequilibrio de los poderes ejecutivo y legislativo, a favor del legislativo. Todas estas ideas las trata en Memoria en defensa de la Junta Central, que expone a retazos a sus amigos y también a su sobrino en las correspondencias de agosto y de 2 de septiembre de 1811, que son un resumen de su pensamiento constitucional.
En conclusión, Jovellanos mantenía algunas reticencias frente al moderno constitucionalismo que se promovía entonces en España, por razones funcionales y estructurales. Prefería la constitución monárquica a la democrática porque no entendía un buen gobierno sin un ejecutivo con poderes bien definidos y que pudiera contrapesarse con el legislativo. Para él la democracia no consistía en el gobierno del pueblo (que es realmente imposible en los estados grandes) sino en la preponderancia del legislativo; legislativo que llegaba a tener el poder de, paradójicamente, romper con los derechos constitucionales históricos, sin tener en cuenta la opinión y las costumbres de la nación. En este sentido era monárquico y no democrático (en sentido político). Ahora bien, era democrático en su sentido moral: partidario del poder fundamental del pueblo y del imperio absoluto de la ley sobre cualquier otro poder; era defensor, pues, del sentido de democracia que estaba empezando a extenderse como nueva ideología preponderante, basada en los derechos e igualdades fundamentales de todos los ciudadanos.
56. El jovinismo, un legado abierto
La lectura bien contextuada de la correspondencia entre Jovellanos y lord Holland presta una ayuda inestimable para conocer, en su fino hilván, el pensamiento político jovinista de nuestro ilustrado en guerra, al final de sus días.
Jovellanos trazó a lo largo de su vida su propia filosofía compuesta de muchas vertientes –jurídica, económica, moral...–, y entre ellas la filosofía política que en estas cartas reverdece, siempre en la línea de un espíritu moderno (espíritu «geométrico»), como ya decía en 1793 en su crítica al pensamiento escolástico predominante en la Universidad de su tiempo (que consiste básicamente en ser un arte de esgrima de palabras): «no creo combinables el espíritu geométrico [que busco para mi Instituto] y el escolástico» («Carta de Jovellanos a Carlos González de Posada», Obras Completas, II, Gijón, enero o febrero de 1793, pág. 562).
En suma, Jovellanos mantenía algunas importantes diferencias con los jóvenes liberales, pero siempre estimó la libertad en su más alto grado, siempre defendió la supremacía de la nación (llamada por otros soberanía), siempre se opuso a los privilegios del clero y la nobleza sin criterio constitucional, siempre fue «democrático» en el sentido de ahora, y lo fue siempre por razones muy fundamentadas.
SSC, coordinador
Gijón, enero de 2011