Aniversarios filosóficos de 2008
Los pueblos, porque no quieren probablemente retroceder en conquistas ya logradas, acostumbran a tener la capacidad de celebrar aquellas
efemérides que sencillamente no es bueno olvidar.
Un bicentenario a conmemorar en nuestro 2008, porque «España no quiso ser francesa», es el de la Guerra de la
independencia de 1808. En confluencia con esta celebración podremos sumarnos a esa otra que tanto en Mallorca como en Gijón y en Asturias, de la mano del
Foro Jovellanos, van a festejar quienes recuerdan la impactante liberación de Jovellanos de la cárcel de Bellver, aquel 1808, en que se puso fin a siete años de
cautiverio sufrido por quien según Marx era la «cabeza generalizadora» que entonces tenía España.
Con fechas menos redondas pero también memorables, estamos ante los ciento diez años del nacimiento de Xavier
Zubiri (1898-1983) o los ciento sesenta de la muerte de Jaume Balmes (1810-1848) o los cuatrocientos ochenta del
nacimiento de Domingo Báñez (1528-1604), y de ahí que quedemos invitados a rememorar los entresijos de la religación zubiriana entre Dios y el
hombre, o el sentido común del instinto intelectual balmesiano, que evite la recaída en el exceso intelectualista del «pienso luego existo» cartesiano, o la famosa discusión que mantuvo el
dominico Báñez con el jesuita Molina sobre cómo compatibilizar la omnipotencia divina con la libertad humana. Pugna de ideas del siglo XVI que ya está siendo
celebrada con las recientes sendas ediciones: la de Báñez, «Apología de los hermanos dominicos contra la Concordia de Luis de Molina» (Pentalfa, 2002) y la de Molina, «Concordia del
libre arbitrio con los dones de la gracia» (Pentalfa, 2007).
En otras latitudes, toca también conmemorar algunos centenarios: a Claude Lévi-Strauss(1908),
a Maurice Merleau-Ponty (1908-1961) y a Simone de Beauvoir (1908-1986) si los buscamos en este querido
y vecino país que ha producido tantas maravillas, desde los tiempos de Astérix y Obélix. Siguiendo el curso de sus oleajes podremos ver que el pensamiento salvaje levi-straussiano no se halla
tan distante del nuestro (tan «civilizado») como pudiera creerse, unidos como están por patrones compartidos; o que según la teoría de la percepción merleau-pontiana el cuerpo ya
realiza integraciones complejas sobre el mundo antes de apelar a un nivel de abstracción intelectivo; o que gracias a Simone de Beauvoir podemos reconocer que no es tanto lo que separa al
hombre de la mujer (el segundo sexo), salvo la historia real de su separación.
Otros centenarios han de celebrarse en la culta Italia, recordando a Ludovico Geymonat(1908-1991),
especializado en la historia de las relaciones entre la ciencia y la filosofía. El aura de sabio de aquel turinés podrá ser recordada por alguno de nosotros, si se tuvo la suerte de asistir a
aquel congreso de metodología de las ciencias que se celebró en Gijón hace dos décadas. Junto a Geymonat, sin salirnos de las tierras del lacio, Michele Federico
Sciacca (1908-1975), que tanta impronta tiene en Iberoamérica, y que al indagar en esa su «interioridad objetiva» nos trae sones de nuestro Zubiri.
Estados Unidos, el pragmatismo, las filosofías del lenguaje y, en general, los amantes de la lógica tienen ahora la ocasión de celebrar el
centenario de Quine (1908-2000). Conductista y no innatista, frente a Chomsky, señala que el distinto modo cómo utilizamos el
lenguaje o el sistema conceptual con el que nos conducimos pasan a ser el factor principal de nuestra diferente interpretación de la realidad.
Volviendo a Francia conmemoramos ahora los ciento cincuenta años del nacimiento de Émile
Durkheim (1858-1917), fundador junto a Max Weber y Tönnies de la sociología moderna, quien definió en
«Las reglas del método sociológico» (1895) qué ha de entenderse por hechos sociales: «modos de actuar, pensar y sentir externos al individuo, y que poseen un poder de
coerción en virtud del cual se imponen». Durkheim es conocido, además, por sus estudios sobre las formas elementales de la vida religiosa (1912) y por haber intentado el primer enfoque
científico capaz de explicar el suicidio (1897) desde causas y parámetros sociológicos, más allá de los estrictamente psicológicos, pudiendo determinarse de este modo datos como que los
católicos se suicidaban menos que los protestantes, por ejemplo. Su sociología puede aportar alguna luz sobre ese hecho que es motivo de indignación general hoy, al constatar que el sistema
penal es demasiado paternalista y permisivo con determinados delitos extremos o graves. Según Durkheim, en la sociedad primitiva y en la moderna no se aplican los mismos códigos penales. Las
primera regida por una moral colectiva pretende castigar un daño causado a todo el colectivo mientras que nuestra sociedad se encamina a compensar un daño que sólo se interpreta como dirigido
contra algún aspecto parcial, no global. ¿Estamos, quizás, faltos de una moral común, sólo hay legalidad formal?
Este año, como todos, toca conmemorar y recordar para seguir continuamente aprendiendo, como arma indispensable.
SSC
3 de abril de 2008
Publicado en: «Aniversarios filosóficos». La Nueva España, Suplemento Cultura nº 800, pág. 2, Oviedo, jueves, 3 de abril de
2008.
Etiquetas: Balmes, Domingo
Báñez, Durkheim, Geymonat, Jovellanos, Lévi-Strauss,Merleau-Ponty, Quine, Sciacca, Simone de Beauvoir, Zubiri