EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA
QUÉ PASA
Qué es «Educación para la ciudadanía» (EpC). EpC es una materia que la LOE, Ley Orgánica de Educación en vigor el próximo curso, implantará
en Primaria, Secundaria y Bachillerato. En 6º de Primaria dotada con 1,5 horas semanales; y en Secundaria, en 3º de ESO, 1 hora. Tanto la de 6º de Primaria como la de 3º de ESO se
llamarán «Educación para la ciudadanía y los derechos humanos» (EpCyDH), la de 4º llevará por nombre «Educación ético-cívica» (EEC) con 0 horas de dotación puesto que se incorpora a la ya
existente Ética (2 horas), y en Bachillerato también con 0 horas ya que se introducirá en el temario de Filosofía (3 horas) de 1º de bachillerato. Fuera del Principado de Asturias, en
otras comunidades, hay variantes: la de 6º de Primaria y la de 3º de ESO pueden impartirse en cursos inferiores y, también, el número de horas puede diferir según márgenes establecidos
–más bien, a la baja-
El Ministerio de Educación determina, de este modo, que a lo largo de la enseñanza no universitaria se reciba una instrucción que forme a los
alumnos como ciudadanos, con un mínimo de horas que no puede ser más ínfimo, ¿Es esto bueno o malo, pertinente o improcedente, posible o irrealizable? Y antes: ¿por qué está levantando tanta
polémica?
Levanta polémica por cuatro razones. Por una razón ideológica de corto vuelo, por una razón política de influjo profundo y por razones técnicas
al tener que hacerse un hueco horario nuevo en los planes de estudio. Y como consecuencia de esta triple problemática, levanta polémica por la confusión de ideas consecuente que se entrevera
en la ininterrumpida pugna ideológica por el poder. De ahí que la necesidad más perentoria sea clarificar los términos del problema.
La polémica ideológica de corto vuelo, de cortos intereses, surge al calor del enfrentamiento endémico de los dos partidos mayoritarios de este
país. Las leyes de educación siguen utilizándose como armas electorales antes que con criterios de Estado: cambian a bandazos siguiendo el ciclo de la alternancia en el poder. Y así estamos:
la LOE que deroga la ley anterior del partido oponente, la cual derogaba otra anterior del contrincante, que venía a derogar otra… ¿Quizás porque España no tiene todavía un modelo educativo
laico e independiente, desligado de ciertas fuerzas morales que ponen sus intereses particulares por encima del interés general? Pero esto no nos aclara todavía si la EpC es buena o
mala.
La EpC levanta también polémica por una razón política de influjo profundo, en concreto por una razón político-religiosa. En teoría no hay ya un
enfrentamiento entre el Estado laico y la confesión religiosa tradicionalmente mayoritaria, pero de hecho tenemos ante nosotros, al parecer, resabios de toda una historia que se vuelve
difícil de superar o de transformar. La Iglesia católica tiene la solera de siglos pero la falta del apoyo mayoritario de la sociedad española en la actualidad. El catolicismo contiene para
los españoles muchos y numerosos valores insertos en los esquemas culturales y en las costumbres, pero el modo de poder político-moral institucional que representa la Iglesia católica no
conecta ya con la población mayoritaria española ni con las nuevas necesidades. Aunque seamos un país culturalmente católico ya no somos mayoritariamente católicos practicantes, y
tampoco apostólicos y romanos. Esta es la radiación de fondo, problemática, aunque técnicamente, entre la asignatura de Religión y la EpC no hay ninguna confrontación esencial. En
todo caso, la misma que puede darse con el resto de materias, en cuanto compiten por un espacio horario.
Si planteamos el problema en términos de derechos, entonces, de lo que debería tratarse es de dar el debido cauce a la demanda de enseñanza
religiosa confesional sin que ello supusiera imposición alguna para el resto. En el esquema de la LOE, la asignatura de Religión ha quedado bien parada, con 15 horas semanales listas para
poder atender las necesidades formativas religiosas de los alumnos que lo demanden (9 horas en Primaria, 5 en Secundaria y 1 en Bachillerato). Pero este derecho todavía no se ha deslindado
con toda justicia porque se soluciona provocando otro problema: para que la asignatura de Religión se desarrolle como la LOE ha previsto, el resto de la población española que no demanda
religión confesional deberá entretener esas 15 horas de algún modo imaginativo (con «historia y cultura sobre las religiones» –alternativa, no se olvide- y para los que no quieran esto con
aquello que cada Centro estime oportuno y no discriminatorio), ¿en nombre de que pueda realizarse la libertad religiosa de los católico practicantes y de que se dé una efectiva igualdad con
el resto? El resto ha de transigir.
Si con ello quiere apelarse a la necesidad de instrucción en cultura religiosa, lo que se derivaría de ahí sería una materia general, no
confesional, científica, impartida por profesores adecuadamente titulados y dependientes del Ministerio de Educación y en ninguna medida de los obispados. Para ello habría que elaborar un
nuevo Concordato, con el Estado romano. En realidad, la solución de las rivalidades que se crean entre distintos modelos morales particulares (católicos, islámicos, budistas, escépticos,
agnósticos, ateos, etc.) quedaría solucionada al situar la enseñanza religiosa confesional fuera del horario escolar general, en sus lugares apropiados (iglesias, mezquitas…); si bien, sería
justo que la religión mayoritaria española pudiera ser canalizada con acuerdos específicos para usar los espacios públicos de las instituciones civiles, en coherencia con una tradición que
aún pueda seguir viva. Pero dar cabida a todas las confesiones religiosas dentro del presupuesto educativo supone una mala aplicación de la libertad religiosa (concepto del siglo XVII),
puesto que ésta se sobreentiende desde el siglo XIX circunscrita al ámbito de lo privado; sin perjuicio, claro, de que puedan expresarse públicamente como una fuerza moral más, realmente
existente. Libertad a canalizar en los derechos morales: basados en la pluralidad. Pero no libertad capaz de torpedear los derechos políticos: basados en la unidad de cada sociedad
política.
Como este fragor de cuestiones es lo que está en la trastienda de nuestra historia, ciertos grupos extremistas católicos están planteando una
objeción de conciencia frente a la EpC. ¿Por qué? Porque, según ellos la educación en los valores morales ha de depender de las familias y no del Estado. Estamos, entonces, ante un intento de
recortar las funciones del Estado, que tiene como objetivo buscar un común denominador en materia de deberes y de derechos (a la sanidad, a la enseñanza, etc.). Y estamos ante un intento de
definir la moral según una visión interesada. ¿Si hace décadas había un coloreado moral católico común que daba unidad a nuestra cultura no ha de educarse, ahora, en ese abanico común de
valores cívicos que son imprescindibles? Si hasta ahora no se había concretado una asignatura formativa en ciudadanía era porque se presuponía que estaba funcionando diluida en todas partes.
A mi entender, apostar por un modelo transversal, no directo, supone correr los riesgos de una sombra, que no tiene solidez. Ya sabemos que la educación es cosa de la «tribu» entera y no sólo
de la escuela, pero es en la escuela donde ha de cuajar, junto a la educación familiar. Asegurados los valores generales compartidos, la familia y la propia responsabilidad de cada sujeto
tendrán, por su parte, todo un campo propio de intensificación, de modulación o de superación de lo que pueda entenderse escolarmente por educación moral.
Damos por bien establecido que los contenidos de cualquier educación en ciudadanía han de ser un objetivo obligado para una sociedad. Y si no
tienen una asignatura todavía es porque se supone ya establecido en múltiples intersticios. España y el conjunto de la Unión Europea parece que apuestan por esta nueva materia escolar.
Entonces, lo que pueda tener de malo la EpC no ha de extraerse ni de la lucha de la rivalidad parlamentaria ni de la neurosis de algunos grupos extremistas católicos que no quieren renunciar
a las prebendas, sino de los contenidos y de las condiciones de existencia de esta materia. Los contenidos de estas nuevas asignaturas quedan definidos en España insistiendo en los valores de
la libertad, de la igualdad y de la justicia, y en el conocimiento de las normas e instituciones comunes desde un enfoque que se pretende plural, abierto y crítico. Su desarrollo concreto
dependerá de la pericia de los profesores. ¿Algo que alegar sobre estos valores?
El gran problema de la EpC viene dado por sus insuficientes condiciones de existencia. El problema es que debería haber «más ciudadanía». Una
asignatura dotada de un horario tan exiguo será relegada por el alumno y secundaria para las familias, tenderá a no tener pretensiones académicas (exigencia, trabajo, peso
específico, seriedad, etc.), será rehuida por los profesores (¿quién va a querer trabajar el triple?: un grupo de una hora ha de ser evaluado igual que el de tres horas) y postergada en las
preferencias por su falta de credibilidad académica: pensemos que la relación entre el profesor y los alumnos depende de los ritmos que pueden generarse en el trabajo conjunto y que una hora
semanal, que a veces, por fiestas o por otras actividades, será quincenal, arrastrará de por sí un ritmo siempre truncado. Se tratará de una asignatura decorativa, ¿es eso lo que se
pretende?
La EpC sólo podrá llevarse adelante dignamente, en estas duras condiciones, desde la asunción por parte del profesorado de las cuatro
asignaturas (EpCyDH de 6º de Primaria y de 3º de ESO, EEC y Filosofía) como una materia única. Habrá seguramente varios modos de conseguir esta unidad material (la unidad formal viene
definida ya por la ley). Personalmente el modo idóneo que yo veo es el de entenderla como una materia del ámbito del departamento de Filosofía (hasta ahora sólo parcialmente se entiende así,
puesto que sólo Ética y Filosofía están adscritas a este departamento), que tendría en su mano conectar las distintas exiguas asignaturas a través de las programaciones didácticas. La
relación entre Primaria y Secundaria podría articularse, por lo menos, a través de los Centro del Profesorado mediante la formación de los profesores de Primaria. Pero ¿cómo hacer que este
diseño general abstracto no decaiga ante las rutinas y las inercias que van a surgir necesariamente dadas sus condiciones de existencia? Será la tarea de todos. Se mantendrá esta enclenque
asignatura durante algún tiempo si los profesores afectados la acogen con voluntarismo y convicción. Se salvará a largo plazo, si a la mínima posibilidad en el futuro se arregla este
desafuero de la cantidad horaria. Acabará siendo un «quiero sin querer en mí», un canto al aire, una intención para el escaparate si no se consigue reforzarla.
SSC
Gijón, 2 de abril de 2007
Publicado en: «Educación para la Ciudadanía: ¿cuál es el problema?», La Nueva España, Tribuna, Pág. 44, Oviedo, viernes, 27 de
abril de 2007. Versión desarrollada publicada en «Eikasía. Revista de Filosofía».
También aparece en Prímula.