El lindero de la razón poética
José Luis Argüelles, Jordi Doce, César Iglesias y Fernando Menéndez inician juntos una senda aún no transitada: la escritura de aforismos bilingües, en castellano y asturiano.
Cuatro gatos
José Luis Argüelles, Jordi Doce, César Iglesias, Fernando Menéndez
Entamu / Prólogo: Ramón González
Impronta Editorial, 2023, 72 páginas
El aforismo es tal vez lo más próximo a la literatura popular, por su sencillez constructiva y por la facilidad para transmitirse. Puede brotar de meras ocurrencias, entre la voz interior y las experiencias comunes. Dichos breves, sentencias con peso o que intentan seducir sin malgastar las palabras. Parece fácil y lo es, si nos vale la mera gracia o el artificio superficial. Pero hacer buenos aforismos es tarea bien difícil, aunque sea verdad que quien ha adquirido la maestría los construye con aparente fácil destreza (después de haber tirado muchos a la papelera). Los ciento sesenta y cinco aforismos de “Cuatro gatos”, multiplicados por dos (en asturiano y castellano), se han aquilatado de tal manera que es arriesgado (sometidos a posible ceguera) desprenderse de alguno.
Nuestros cuatro gatos juegan con ventaja en los tejados de las máximas o de las greguerías talladoras de nuevos significados, porque los cuatro son poetas, con una obra a sus espaldas. Por eso, no solo construyen definiciones densas o paradojas profundas o paralelismos sugestivos, ejerciendo de filósofos mundanos, sino que cargan sus sentencias de giros semánticos inesperados y de destellos poéticos (a veces son perlas poemáticas), y, como común denominador, timbran sus reflexiones de razón poética.
Las huellas que dejan estos cuatro gatos —José Luis Argüelles, Jordi Doce, César Iglesias y Fernando Menéndez— tienen un aire de familia (pues conforman claramente, junto a otros, una generación de poetas asturianos) y comparten, de este modo, un cúmulo de características como el vigor reivindicativo frente a la bajeza moral, el escepticismo ácido hacia el poder político o la reflexión sobre la condición humana. Y siempre en el lindero de la razón poética.
Por ello, a pesar de que cada uno tiene su personalidad literaria y puede advertirse como una especie de obsesión singular en cada voz, a menudo las sombras que proyectan son similares, así, si uno dice “Me preparo para un oficio antiguo: vendedor de semillas” (JD), otro en diálogo inconsciente añade “Poética: recolectar sombras, esa es la labor” (CI), semillas y sombras que precisan de un secreto para ser obtenidas: “La liviandad del verso, un secreto del poeta” (FM), con la esperanza puesta en el futuro que será de otros, sabedores de que “Escribimos, pero es el futuro quien nos reescribe” (JLA).
Seguramente el lector podrá advertir que en uno rezuma más la decepción ante lo pusilánime (en la ladera del pesimismo antropológico), en otro la épica de hallarse a la intemperie, en otro el equilibrio entre razón y sentimiento y en otro el empeño por salvaguardar lo esencial, que es fragmentario y fugaz. Pero estas vertientes son en alguna escala compartidas.
Descúbrase el estilo específico de cada uno y sus insistencias, en medio de lo que comparten (con distintas dosis): virtudes aforísticas que destilan agudezas críticas o sutilezas antropológicas o definiciones redondas o torceduras y encabalgamientos semánticos que descubren nuevos sentidos.
Páginas entre la reflexión y la experiencia estética nos llevan a plantearnos cuánto de verdad se encierra en que “No es raro que recordemos muchos de nuestros amores con un profundo desamor” (JLA) o que “Todo pensamiento como todo hombre, está en el aire” (FM) o si nuestra experiencia sabe de “Las manos ahuecadas, para recoger el aliento de los caballos al amanecer” (JD) o si hemos tenido el presagio de que “Si en un lugar alguien dice tu nombre, no tardarán en venir más veranos” (CI).
En este juego por captar lo esencial de la humana naturaleza, los cuatro se convierten en maestros de la definición. Así FM nos muestra que “La honestidad es una tentación”, CI hace lo propio con otro rasgo bien experimentado: “Inquietud, el animal que trabaja en las entrañas del alma”, JD ilumina lo que pudiera ser cualquier proyecto vano: “Llegó la hora de sembrar astillas” y JLA acierta a comprimir al hombre entre su ser social y su individualidad con el mínimo de palabras: “Somos seres sociales solos”.
Hay un disfrute añadido cuando nos trasladamos del castellano al asturiano o viceversa. Aforismos idénticos, pero también con el resonar diferente de la textura de cada lengua que llega a conducir a significados alternativos. Juzgue cada cual, si no podemos huir del dolor pues (con FM) “Cada home tien la so melodía doliosa” (“Cada hombre tiene su melodía doliente”) y si (con JD) cabe aceptar con firmeza la finitud de la vida: “¡Nun me resucites! Nun quiero morrer dos veces” (“No me resucites! No quiero morirme dos veces”), aun así, CI nos devuelve la belleza de vivir, compartida, en: “Branu, vagamar de glayíos y xuegos” (“Verano, pleamar de gritos y juegos”). Los cuatro caminan juntos y JLA lo ha acuñado: “Dellos gatos caminen como tesis filosófiques” (“Algunos gatos caminan como tesis filosóficas”).
El valor del libro no está solo en cada aforismo singular, está en su encadenamiento de conjunto, realzado por el prólogo de Ramón González (un experto como pocos en aforística española) y mimado con la mano de Marina Lobo, exquisita diseñadora, y finalmente pulido por manos bilingües peritas, las de Nel Morán y Carlos González Espina.
Silverio Sánchez Corredera
En La Nueva España
https://www.lne.es/cultura/2023/06/30/lindero-razon-poetica-89245075.html