Cicerón, Marco Tulio (106-43)
Ahora bien, habiendo decidido escribir algo para ti en este momento, y otras muchas cosas más adelante, quise comenzar a toda costa por aquello que resultara más adecuado para tu edad y para mi autoridad. Pues, aunque en la filosofía hay muchos problemas serios y provechosos discutidos con precisión y amplitud por los filósofos, los problemas que, sin embargo, parecen ofrecer mayor amplitud son los que ellos nos han transmitido acerca de los deberes y sobre los cuales nos han dado preceptos. No hay, en efecto, ningún sector de la vida ―sea que se trate de asuntos públicos o privados, del foro o de la familia; sea que uno trate una cuestión consigo mismo o que esté en tratos con otro― que pueda ser extraño al deber; la belleza de la vida consiste en observarlo, y descuidarlo constituye una infamia. (Los deberes, Libro I, 4, Biblioteca de Cultura Clásica, Universidad de Puerto Rico, 1972).
Somos esclavos de las leyes para que podamos ser libres (Legum servi sumus ut liberi esse possimus) (Pro Cluentio).
Justicia es el hábito del espíritu mantenido por utilidad común, que atribuye a cada uno su dignidad (Iustitia est habitus animi, communi utilitate conservata, suam quique tribuens dignitatem) (De inventione, 2, 53, 16).
El que obedece con modestia, parece digno de ser algún día un comandante (Qui Modeste Paret, Videtur Qui Aliquando Imperet Dignus Esse) (De Legibus, III, 5).
Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia (Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra ) (Exordio de la Primera Catilinaria).
Oh Tiempos, Oh Costumbres ( O tempora! O mores! ) (Primera Catilinaria).
El mejor condimento es el hambre (Optimum cibi condimentum fames) (De Finibus II, 28).
La memoria disminuye si no la ejercitas (Memoria minuitur nisi eam exerceas ) (De senectute).