Estatuto de la creencia: ¿Impresión o idea?

 

La creencia en Hume sustituye a la razón, pero cuando se cree en algo ¿qué es lo que se hace cuando se le da un asentimiento? La creencia se origina siempre a partir de una determinada concepción, nacida a su vez de las impresiones de los sentidos, pero constituida ya como idea (cf. Resumen del "Tratado de la Naturaleza Humana", Aguilar, 1973: Es éste un curioso hallazgo, que, además nos lleva a otros aún más curiosos. Cuando veo una bola de billar moviéndose hacia otra, mi espíritu es llevado inmediatamente por el hábito al efecto usual, y se anticipa a mi vista al concebir el movimiento de la segunda bola. Pero, ¿es esto todo? ¿Me limito a concebir el movimiento de la segunda bola? Desde luego que no. Yo también creo que esa segunda bola se moverá. ¿Qué es, pues, esta creencia? ¿Y en qué difiere de la simple concepción de una cosa? He aquí una nueva cuestión, no meditada por los filósofos.).

Pero entonces, ¿qué tiene la idea objeto de creencia, que se me impone de tan pertinaz manera? (cf. Resumen del "Tratado de la Naturaleza Humana", Aguilar, 1973: Cuando una demostración me convence de alguna proposición, no sólo me hace concebir dicha proposición, sino que también me persuade de que es imposible concebir cualquier asunto de hecho, por fuerte que pueda ser la prueba que proporcione la experiencia, siempre podré yo concebir lo contrario, aunque no siempre pueda creerlo. La creencia, por lo tanto, establece una diferencia entre la concepción a la que yo doy mi asentimiento, y la concepción a la que se lo niego.). ¿Por que no creo en todas mis ideas, y tan solo en algunas? Evidentemente la creencia no puede ser una idea cualquiera de asentimiento añadida a la primera idea que concibe algo. En este caso la imaginación sería libre de concertar las ideas como quisiera y nada impediría que cualquier cosa pudiera ser creíble. sin embargo sólo creemos en unas determinadas ideas y no en cualesquiera indistintamente. Por ello no es una idea como las demás, sino concebida de una determinada manera. Es decir tiene que ser una concepción más vivaz más vívida, más firme, más intensa que reviste las características de la impresión (percepción fuerte y vivaz). Esto se debe al hecho de que la relación de ideas en la que se cree se da al lado de una impresión presente. (Silverio Sánchez Corredera: David Hume III, Compendio del Tratado. Teoría empirista del conocimiento. Guía de comentario de texto. Cuadernos de Anuario Filosófico, Universidad de Navarra, Pamplona, 1992)